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DONDE VIVE EL SILENCIO

Valentín Justel Tejedor

España



"DONDE VIVE EL SILENCIO"

La mañana despierta fresca, envuelta en el velo aguanoso del relente noctívago.La quejumbrosa lluvia, fina e intermitente, parece clamar con su presencia un protagonismo que sencillamente le corresponde, en este entorno gríseo y monótono, donde el paradigma de la belleza reside en el silencio.

Desde la miranda de la Plaza del Castillo se columbra hasta el horizonte, una vegetal marejada esmeralda, que como un verdadero piélago agita sus olas a merced de los suaves vientos, que recorren la ubérrima y feraz vega. Hacia el levante, enclavada sobre un montuoso terreno se vislumbra el alma de este pueblo, formada por callejas abroqueladas con prolongadas escaleras, que ascienden y descienden, recorriendo la merindad entre angosturas, y estrecheces; entre nigérrimas barandas, y paramentos albayaldes, que tratan de embellecer una villa afásica, y silente, que únicamente rompe su serenidad, con el eufónico y cadente repicar de las campanas, que con su acompasado sonido quiebran la calma del abacial sosiego.

El anacronismo se torna fascinante realidad, manifestándose en prístinas casonas, iglesias y conventos, ornamentados con centenarios escudos nobiliarios, con vetustos enrejados azabaches, con linajudos careados y jaspeadas pilastras, que dan fe de que el pasado se conserva incólume, consiguiendo paradójicamente que la historia se muestre viva en este maravilloso lugar.

Entre las costanillas, de ángulos obtusos y concavos, los ustorios rellanos, nivelan un paisaje urbano de laberíntico trazado, verdaderamente cautivador, con innegables reminiscencias árabes, otorgando un encanto indescriptible a unas calles, que discurren entre la yuxtaposición de edificios de bella factura arquitectónica, y gráciles villorías de menesterosos ornatos, que son iluminadas por el esplendente cromatismo de la luz y el color mediterráneos.

En la lontananza, se escucha el percusionar de los tambores de la Archicofradía del Domingo de Resurección, anunciando la inminente llegada de la comitiva procesional, a medida que se aproxima el desfile, los tímpanos son castigados por el incesante y seco retumbo de los tambores, y por la estridente y aguda sonoridad de las cornetas, cuyos ecos reverberan entre los pulcros lienzos albuginosos.

El gentío se concentra en el perímetro y los aledaños de la Plaza, esperando con impaciencia y fervor la inminente llegada de los priostes, y de los pasos que portan, los cuales, son recibidos con muestras de júbilo y exultación por la muchedumbre.

En la Puerta del Hospital de la Real Piedad, muchos son los enfermos, que aguardan también con expectación la llegada de la Hermandad, sus ventanas abiertas parecen querer recoger el supérstite espíritu de la Resurección de Cristo. Desde allí mismo, una oblícua perspectiva de la calle Mayor nos muestra construcciones, que enaltecen su belleza con su glorioso pasado, así la Casa de las Boticarias, el Casino, o la Casa del Duque, hacen retrotraerse al visitante a una época más reciente, que pretérita de este maravilloso pueblo.Al abandonar este núcleo poblacional, nuevamente resurge el silencio, como si tratara de despedirse del viajero, mostrándose con todo su verismo, convirtiéndose en audible, y perceptible, magnificando este entorno lleno de sensaciones, que dejaran una duradera huella en cualquier visitante, que se acerque a disfrutar de este sorprendente municipio.

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