Sus labios saben a cereza madura,
Tiene en los labios el sabor de los cerezos.
Ni a ellos ni a él los he probado, por eso sé;
Por el sabor que guardo en mis recuerdos.
Vuela, gaviota, y dile que lo quiero,
Que creo en él con la fe de los posesos,
Que cada noche enciendo mis luciérnagas
Para no confundir su sombra con mis sueños.
Porque cuando el mundo ennegrece
Aún brilla el castillo que anidamos para guarecernos
Entre plumas de ángel, recogidas en campanarios,
Marismas, nubes, ríos, bosques, calles, ventisqueros...
Allí, donde crece la hiedra y abraza las paredes,
Donde escriben cartas en flores recogidas en invierno
Y una anciana adivina interpreta las líneas de la mano,
Timando para hacer felices a los que está mintiendo...
En el sitio donde nace el tiempo y mueren los abismos,
Estaré yo, con una brújula entre los dedos,
Siempre la misma, la misma, siempre,
Esperando su regreso...