La isla de las rosas agónicas, es tan limitada como la biblioteca de Alejandría y guarda en sus estanterías todos los libros posibles y hasta algunos imposibles. Para devolver a los náufragos la conciencia del tiempo y sus propios deseos. La literatura dice que cuando el corazón se rompe por la muerte el que queda no se resigna a la desaparición y el olvido y quiere traspasar el velo de las sombras. Es una metáfora del conocimiento y la rabia que nos impulsa a renegar de las desdichas, también es una advertencia que ni que con las armas del arte a las leyes que nos condenan a la sinrazón del tiempo y de la muerte. Cuando alguien muere, su presencia se prolonga, en los objetos que le pertenecieron, en los espejos que alguna vez miró. No hay nadie que se vaya del todo y para siempre, y tal vez es una maldición para los supervivientes. En la isla de las rosas, hay en un rincón siempre en penumbra para leer las palabras que parecen pronunciadas en ese mismo instante y para nosotros. Ni siquiera en la isla que es un tranquilo refugio