Se veía venir. Tras el inicio del trágico suceso, cuando la infección vírica cobraba tintes de pandemia y los fallos del Gobierno eran aplaudidos por la Derecha, igualmente se jaleaba con entusiasmo el esfuerzo sanitario por atender a contaminados, enfermos de diversas patologías e incluso agonizantes. Fue el momento propicio para que todas las fuerzas políticas se hubieran volcado en apoyo al ejecutivo desbordado; pero no sucedió así, tal como hubiera sido de provecho para salvar vidas y sufrimientos. Por el contrario, comenzó la cruzada comandada por la vileza.

 Cuando otros países organizados buscaban remedios, en el nuestro se hurgaba en las heridas gubernamentales con fines hereditarios. Es decir, se pensaba en próximos comicios, y sin sangre no se podría activar la conciencia colectiva. Cuando más dantesca fuese la situación, mayor rendimiento político se obtendría. Ese era el plan y el modelo orientativo por el que aún doblan las campanas.

 Portugal ha sido el ejemplo que la diestra de España silencia, al tiempo que recluta a las barrigas agradecidas para que se comprometan en lo más sucio de la contienda: el buzoneo de mentiras, calumnias y cualquier clase de bajeza a la que está acostumbrada desde hace siglos. Incluso es capaz de buscar alianzas europeas para impedir todo posible remedio económico que suponga un respiro a nuestras finanzas. Porque cuando más hundida esté España, mayor será el sentimentalismo patrio, la miseria y el dolor, como asimismo la reacción popular contra las fuerzas adversarias. A todo esto, no se olvida de silenciar el comportamiento del Rey emérito y de borrar de la mente colectiva que en las cárceles suspiran por su libertad los corruptos que, por cierto, no son los rojos, ni los comunistas bolivarianos ni los sempiternos enemigos de España. Son, digámoslo sin consideración alguna a los miserables de siempre, los mismos que desde hace centurias han estado arruinando España con cruzadas y salarios a la soldadesca liberadora.

 Aún nos queda tal vez lo peor: abultado paro, encarecimiento de la vida, endeudamiento, y toda una sinuosa desventura familiar que no habrá de afectar a las ya citadas barrigas agradecidas, respaldadas por la irresponsabilidad, el salario asegurado y la pensión vitalicia. Porque eso de la solidaridad suena a vetusto. ¿Es esa la España que anhelamos? No lo creo; pero la derecha ruin (no la honesta, que todavía sigue en pie, aunque sin mando) continúa con el acoso y lo seguirá intentando hasta que la estructura social quede totalmente destruida. Entonces, oigámoslo bien, se comenzará a construir la España de los monigotes de cartón piedra por la que la derecha suspira.

César Rubio Aracil