Entre las plantas podremos encontrarnos con la rosa y la flor del cardo; es decir, con vistosos brotes y hermosas brácteas, y no menos con espinas (paralelismo entre el concepto chusma y cultura). También en el cielo hay ángeles rubios y terroríficos demonios; y en el Parlamento, la Judicatura, fuerzas del orden y otras instituciones, más de lo mismo. Para concluir: la morralla nos la encontraremos en el hincha, entre los políticos, jueces, militares de alta graduación y hasta en el mitrado y otros tonsurados. ¿No han existido números monarcas (todavía queda alguno en la reserva) capaces de trapichear con la chusma real de otros países para llevarse la guita y encarecer los productos de uso popular? ¿Es ilícito tratar como tal a los fulanos que aún penan en el trullo por chorizos? ¿Ofendemos a la extrema derecha y otras heces, si tratamos de hampones a sus dirigentes y correligionarios, que intentan convencer a los inocentones de que la sanidad universal es una lacra? ¿Ofendemos a Dios si manifestamos nuestro enfado contra el Partido Popular por negarle el pan y la sal al Gobierno cuando España más necesita la unidad? ¿No es esto causa y efecto de la chusma que invade España en todos los puntos de la rosa de los vientos? ¿Mentimos si declaramos que los ricachos que se llevan el dinero al extranjero para no pagar impuestos son pura plebe? Y los que enfrentan a los pobres porque algunos de ellos no puedes disfrutar de la ayuda mínima recien establecida, ¿no son unos hijos de puta? ¿Qué decir de los patronos que se llevan sus empresas al extranjero, dejando sin empleo a miles de trabajadores? ¿Tendremos alguna vez que declarar chusma a los gobiernos que no imponen un canon a los empresarios ya mencionados cuando exportan sus productos a España? ¿Qué entendemos por chusma, solo el hedor que nos llega de los bajos fondos? ¿Acaso no apesta más de una señoría y su asiento cuando se levanta para amasar contubernios en los pasillos del Parlamento?

¡Ay, Dios!, si pudiese marcharme de esta cloaca. Con lo bonita que es España, mi querido Mediterráneo, mis horas de marea, mis amores, mis palmeras… ¡Hijos de puta!, moríos ya.

¿Nos damos cuenta? También yo, ahora mismo, formo parte de la chusma; pero satisfecho.

César Rubio Aracil