Tras la ruptura, López Aguilar, como es habitual en las nuevas voces de su partido, cargó contra el PP y Coalición Canaria por el convenio que ultiman ambas formaciones para gobernar en el Archipiélago. De todos sus males tiene la culpa el PP, es el que crispa, el causante del fin de la tregua y que los etarras no entreguen las armas. El ex ministro, como gran visionario, acusa a Canarios y Populares de tratar de reeditar una fórmula que, dice, «fue pésima» en el pasado y que los ciudadanos «han desautorizado» en las urnas. ¡Hombre! Aquí, desautoriza al voto ciudadano, en los numerosos municipios e instituciones, en que pactan y maniobran, sin la voluntad expresa del ciudadano, no existe tal desautorización. Al PSOE le dan aquí su propia pócima, la que, contrariando las urnas, administra en Navarra y Baleares y demás sitios. Sus acusaciones, en tono furibundo siguen y no cesan; achaca a los nacionalistas canarios, que, en la negociación, han estado más interesados «en el reparto» del «botín», de «la tarta de la Comunidad» y el «mantenimiento de cargos públicos», que en lo que verdaderamente interesa a los canarios. ¡Claro! En sus aspiraciones no hay intereses, son puros ángeles, no buscan «botín» ni sueldos y sueldecetes. ¿Saben? Ellos renuncian a los dineros, cargos y emolumentos.

Al final, algo es algo, reconoció que un acuerdo CC-PP «entraba dentro de lo predecible». Y, en su extrema osadía, hasta llegó a advertir a los nacionalistas, que no tendrán posibilidad de acuerdo con el PSOE, si, luego, deciden «echar como agua sucia» al PP, igual que hicieron en la anterior legislatura; que «si CC se amarra al PP, a ese gobierno que los canarios no quieren y del que han pasado página, será para cuatro años.

El pueblo, sereno y profundamente sólido, asiste atónito; está cansado de tejemanejes. Muchos, ya airados, opinan que, en esto de los pactos, son todos un pozo de hipocresía, amañan, a conveniencia, en un lugar lo que critican y denigran en otro. Y lo grave y más decepcionante radica en que además, se revisten el sayo de bondades e intentan vender su conducta envuelta en el bien común. En España, danzan unos partidos políticos mucho más radicales que sus propios votantes. Está claro que, tal y como anda el sistema electoral, en Canarias, siempre gobernará esta modalidad nacionalista, que hace muy difícil que un sólo partido consiga la mayoría absoluta.

Mientras no se cambie este sistema electoral o se determine que sólo pacte y gobierne la lista más votada, el desencanto y la ambición continuarán. Es preciso, sin dilación, allegar la hora en que el pueblo disponga de una democracia más directa. Resulta una estafa improcedente que gobierne quién pierde las elecciones. El elector se siente convocado por una pseudo-democracia, ve que su voto no cuenta y se apunta a la cómoda abstención. Pide a voces, que se implante la segunda vuelta electoral.

Camilo Valverde