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Homenaje al coño (II)

César Rubio Aracil

España



Para Anxelina,
rotor de mis sentimientos.

 HOMENAJE AL COÑO (II)

Anxelina, mírate en el espejo de mis sensaciones. Polariza tus sentimientos en la dirección este  (siempre el Este, por donde nace la luz) de la Pasión. ¿Qué vez reflejado en el azogue? ¿La lírica relumbre de mis versos, que engalanan tu bulliciosa ternura? ¿El romántico relieve de un beso? Contémplate a ti misma fijándote en la hondura de mis instintivas inclinaciones. Nunca te he buscado para sentirme preso en la cárcel de tus encantos espirituales. A ninguna mujer, por mucho que yo la haya amado, la he perseguido para ser esclavo de su dulzura anímica. Los hombres mentimos -tal vez de manera inconsciente en algunas ocasiones-, porque lo que anhelamos es encontrar en la hembra la sustantividad del acoplamiento sexual. Nada de sutilezas sensitivas clamando por la elevada espiritualidad de las almas puras. ¡Mentira! Es el coño lo que nos atrae, como si se tratara del más poderoso imán del universo. (¿Te molesta que escriba esta palabra tan sublime? Coño es un vocablo latino -cunnus-, cuya semántica la hemos deteriorado a fuerza de usar dicho término con fines mezquinos. Que no te alarmen mis expresiones. Me niego rotundamente a buscar un sinónimo -por ejemplo, vulva- para disimular la rotundidad de un significado que encierra toda la grandeza femenina. ¿Me comprendes? Mas prosigamos.)
     ¿Recuerdas nuestras lúdicas noches (de plenilunio o novilunio, qué más da), cuando, al socaire de la brisa marina nos decíamos te quiero? ¿Crees tú que nos amábamos de verdad, con la "A" mayúscula del Amor, sin aspiraciones posesivas ni imposibles, mutuos, deseos de absoluta pertenencia? No. Todo lo que nos decíamos era el efecto de la parafernalia que nos inventábamos para propiciar el gran encuentro de los sexos. Anxelina, amar es otra cosa. Quiero que lo comprendas. Amar es desear la dicha del ser querido aunque te invada su indiferencia. Es ser consciente de la triste realidad del desamor y, desde la esquina opuesta del amor, seguir amando en el gran vacío de la soledad.
 Anxelina, como buen amigo tuyo que soy, te lo recomiendo: Conserva tu señorescontigo, y entrégalo a quien se lo merezca. No a quien vaya buscando en el coño el placer de sentirse macho, ni al que anhele, en la cama o entre los rosales, explayarse con los ayes placenteros de una onomatopeya que me avergonzaría plasmar en mis escritos. Sin embargo, no me ruboriza transcribir en este espacio que Coño (con mayúscula para vincular a la mujer con el cuenco del Ánima Mundi) es una de las más bellas palabras de nuestro maravilloso idioma.
    Anxelina, sé feliz.


 

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