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SER POETA ES UN COMPROMISO MUY GRANDE CONSIGO MISMO

Carlos Téllez Espino

Cuba



 

 
Después de 18 libros publicados y otros inéditos, Antonio Gutiérrez Rodríguez, un hombre que desde Las Tunas, Cuba, quiere comunicarse con el mundo, se autodefine como un escritor, porque ahí están el poeta, el narrador y el ensayista que es.
El poeta, como todo escritor, transita por un proceso durante la creación de su obra. Si su vida es prolongada entonces cambia por etapas. Hay muchos ejemplos, ahí está ese gran poeta que fuera Nicolás Guillén: romántico, modernista, refiriéndome a la escuela fundada por Rubén Darío, neomodernista, coloquial, negrista, social… Y así puede hallarse en su obra diferentes tendencias. Así que mi caso no es una excepción. Lo cierto es que el poeta debe tratar de actualizar su discurso. En la décima, comencé por el neopopularismo que manejaran el Indio Naborí Y Adolfo Martí, entre otros y luego mi lenguaje se mueve en pos de la modernidad. Compara mi libro Venga esa guitarra con Infinito pavor y comprobarás lo que te digo. A mí lo que sí nunca me han deslumbrado las modas, si alguien me dice vamos a encabalgar los versos en las décimas, vamos a romper las estructuras, violentar la fórmula porque eso está en la “honda”, entonces yo no le hago caso. Ah, si esos recursos me ayudan a decir, a mejorar la comunicación, pues sea, pero no sigo la experimentación por la experimentación. Ahora mismo tengo un libro que ha de salir este año por la editorial Letras Cubanas y su modernidad, versos libres, está en el lenguaje, no en la forma ni en la experimentación.
 
¿Qué hay de Antonio Gutiérrez en su poesía?
Mi poesía se fundamenta en vivencias, por tanto yo siempre estoy ahí con mis ideas, preocupaciones, pálpitos, alegrías y sufrimientos.
 
Siempre vuelves a la décima, aún en tus trabajos críticos y de investigación.
Si supieras que yo comencé escribiendo versos libres y subestimaba bastante a la décima…Luego, con Sobre la tela del viento, de Renael González, me convencí de que la estrofa del ángel puede ser y empiezo a escribir octosílabos, alejado, claro, de la manera de hacer de El Cucalambé. Luego Gilberto E. Rodríguez me estimula para cultivar esa fórmula cuando lee un conjunto mío de espinelas y me dice que están muy bien y que me considera mejor ahí que en el verso libre. Luego obtuve varios premios en el género a nivel provincial y en el país. He publicado cinco libros de décimas y me incluyen en una docena de antologías nacionales. Sí, vuelvo a menudo a la décima, es que me siento cómodo en ella. Es cierto que hasta en mis estudios críticos retorno al género, he publicado varios libros de ensayos sobre el tema y publiqué Estudios sobre la décima, que obtuvo el premio Taller de crítica dos mil tres, teniendo como jurados a Magalys Sánchez Ochoa, Róger Ávila y Mario Martínez Sobrino. Ahora me alejé un poco o un mucho de la décima pues estoy escribiendo un libro que he titulado Cuatro grandes voces de Latinoamérica, ya escribí los trabajos, más de veinte cuartillas cada uno, sobre la poesía de Augusto Roa Bastos y Octavio Paz, y estoy escribiendo el de Eliseo Diego y pienso terminar con el estudio de la poética de Jorge Luís Borges.
 
Qué es ser poeta.
Una vez le dije a un poeta muy conocido en el país, pues tuvo una época en que fue muy reconocido, luego lo han olvidado, aunque permanece ahí en Ciudad de la Habana… El asunto es que le publicaban mucho, ganaba bastante dinero, viajaba, lo reconocían y él me hizo esa pregunta y se ofendió muchísimo cuando le respondí: yo no pienso vivir de la poesía… Y realmente ha sido así, mi poesía no está comprometida con nada ni con nadie, solo con mi propia verdad, con mis esencias espirituales. Hay quien negocia una obra con la política, a algunos les sale bien, sobre todo económicamente, a otros no. Pero, de todas formas, en esos compromisos quien pierde es la poesía, porque siempre tiene que realizar sacrificios y hasta mutilaciones. Ser poeta es un compromiso muy grande consigo mismo.
 
Un día apareció Cuentos de carnaval, ¿por qué ese giro a la narrativa?
Cuando salió a la luz Cuentos de carnaval, un libro que le debe mucho a Guillermo Vidal y Alberto Garrido, muchos amigos se sorprendieron. Ese libro debe su agradecimiento también a Marilin Bobes que, desde el momento que lo leyó, dio su voto por él, incluso ella era por esa época Jefe de Redacción de narrativa en le Editorial Unión y lo propuso para la publicación. Ahora me preguntas por qué y es muy sencillo, fíjate que yo escribo ese libro cuando ya he arribado a los cuarenta años, he acumulado una serie de vivencias, he escuchado cosas que me han contado, o sea, mi arsenal está repleto y en la poesía no podía decir esas cosas porque debían ser contadas. Tenía motivaciones, así que, asesorado por Guillermo y Garrido, realizo lecturas específicas, me apodero de algunas técnicas y recursos y me largo a sacarme aquello de arriba y escribo a razón de un cuento por fin de semana. Así que los catorce cuentos los hice en unos tres meses, en ráfagas y navegó con suerte, en unos tres o cuatro años ya estaba publicado. Algo parecido me ocurrió con la novela Confesiones de un suicida, pero esta sí me llevó unos cinco años de redacción, aunque hacía mucho tiempo que yo la venía madurando mentalmente. Las historias que más disfruto contar son las que guardan relación con mi vida, aunque no son realistas, sino fabuladas en zonas más etéreas de la imaginación. Ahora mismo estoy escribiendo mi segunda novela, El Isleño, a la par del libro de ensayos, Si la novela anterior transcurría toda en Ciudad de la Habana, en esta el espacio vital es ¿la ciudad? de Las Tunas. Trata dos historias paralelas en diferentes épocas, la década del cincuenta y la del ochenta, unidas por un narrador personaje que es hijo de El Isleño. Los personajes son tomados de la vida real, aunque los diseño reuniendo elementos de diferentes personas. Con la novela me ha pasado algo muy parecido al asunto de los cuentos, incluso, para mí, es un hecho de madurez. Hay cosas que necesitaba decir y en la poesía no pude y ahora me estoy divirtiendo mucho, porque en El Isleño, el día que se publique, vas a reconocer a muchas personas de nuestro entorno en el mundo del arte y la literatura.
 
Cuál es la misión del escritor ante su época.
La obra literaria siempre tendrá en sí algo testimonial, a no ser la de Ciencia Ficción o la Fantástica. En mi caso siempre anda mi yo por dentro. Además, el escritor forma parte de la conciencia crítica de la sociedad, la literatura complaciente que no cuestiona la realidad que le ha tocado vivir sobre la tierra entretiene, pero no aporta y al paso de los años la Historia le pasa la cuenta. Si tú lees con calma la última sección de mi libro Cuentos de carnaval, verás el cuestionamiento y la crítica a fenómenos de nuestra época. En la última revista Quehacer publiqué un cuento que emplaza a un funcionario del gobierno, corrupto y oportunista. Hay quien se autocensura y luego culpa a los medios, suponen que van a ser censurados y de hecho no desarrollan el tema, que dejan en el tintero. Yo, en particular, nunca he sido censurado y he publicado casi todo lo que he escrito. Me preocupa más la calidad, el buen manejo del lenguaje, el cuidado del estilo.
 
Si te dieran la posibilidad de hablar ante la Asamblea general de las naciones Unidas, ¿qué dirías?
Ante las Naciones Unidas solicitaría una mayor atención para los escritores porque, mientras que actores, músicos y pintores pueden dedicarse a tiempo completo a su arte y vestir y comer de ese honroso trabajo, la gran mayoría de los escritores no. Muchos, con una obra meritoria, tienen que trabajar en otra cosa para ganarse el pan y luego escribir, otro trabajo, por las noches, madrugadas o fines de semana. ¿No es terrible eso de coger las horas de descanso para escribir?

Este artículo tiene © del autor.

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