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Homenaje al coño

César Rubio Aracil

España



A una dulce y retorcida mujer
que cierta tarde, en un hotel
de tres estrellas, me enseñó
en la práctica el lugar exacto
donde se encuentra el clítoris.
(En teoría yo estaba al tanto
del asunto, pero la emoción
me jugó una mala pasada.)

HOMENAJE AL COÑO (y III)

Cunnilingus

Según la definición del diccionario de María Moliner, cunnilingus (del latín cunnus, coño y lingua, lengua) significa: "Práctica sexual que consiste en poner en contacto la boca con los órganos genitales de la mujer".
Algunas personas consideran un desviacionismo sexual, incluso un atentado contra la Naturaleza, lo que ha sido y es hábito en casi todas las sociedades humanas desde los tiempos más remotos. Sin embargo, no son pocos los varones que aceptan como válida la felación. Los mismos que condenan lo otro por estimarlo una inmoralidad. ¿Por qué? Seguramente porque el cunnus, rico en principios o sustancias fisiológicas, bioquímicas, estimulantes, reproductoras o lo que sea, pero naturales, les causa una infundada aprensión que califico de irreflexiva. Del coño nace la vida, y en él se engendra. De una mujer sana y limpia de cuerpo y alma no podemos esperar nada impuro. Sus órganos genitales han sido concebidos por Natura para el más preciado fin de la existencia. ¿A qué huir de lo que en nuestro psiquismo está arraigado tanto o más que el sentimiento de la paternidad? Quienes, por hacerle ascos al cunnus, desprecian el beso que éste merece en gratitud al placer que les proporciona y a la grandeza que encierra, y, en cambio, exigen de su pareja la misma práctica que ellos rechazan, merecen un calificativo que no deseo escribir. No porque me duela tildar de egoístas a los hipócritas timoratos, que eso es poco, sino porque no encuentro el epíteto adecuado para insultarlos con toda la rabia de mis limitaciones expresivas. Pero hay más que decir al respecto.
A través del sacerdocio, las religiones -amañadas por los varones- han propiciado el desprecio masculino que muchos falsos machos le dedican a tan noble órgano vital. Sin embargo, la jesuítica actitud de la variada escala eclesiástica: ungidos, frailes, misacantanos, doctrineros, plébanos, sotacuras, clerizánganos, popes y toda la reata de moralistas religiosos que conforman el sacrosanto pandemónium de tan pías voces, le hacen los honores al coño con su viperina lengua. Luego, desde el púlpito o desde el altar mayor, revestidos de pureza, con teatinería y farisaica pudibundez, anatematizarán la práctica sexual -al menos para mí- más noble y distinguida con que el varón pueda premiar a la mujer: el cunnilinguo.
Nunca me arrepiento de mis malas acciones porque, de ellas principalmente, a través de la comprensión, he aprendido lo poco bueno que sé de la vida. Esos errores son los que me han abierto el camino hacia la luz. Hace unos cuantos años, por la educación religiosa recibida en mi infancia, yo era uno de los santos varones que le hacía ascos al coño. Hoy, dispuesto a defender este vocablo y, por extensión, su contenido semántico, me complazco en decir: Estaba equivocado. Sin embargo, ahora que no lo tengo porque mi lengua se ha vuelto demasiado exquisita, añoro las tardes de tres estrellas que me hicieron feliz. ¡Qué se le va a hacer! Tal vez algún día, cuando los aromas de un connus me huelan a mejorana, en una de esas vaharadas que me haga recordar pretéritas experiencias encuentre la fragancia que me anime a pensar y, ¡ojo!, a sentir: El coño es ... como una flor de pitiminí.

Este artculo tiene del autor.

1881

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