Terror y delirio nos corroe porque nos roban los niños y los matan; porque destruyen la masa forestal preciosa para la vida; porque no queremos ni podemos tomar venganza ni clamar por los trabajos forzados; porque el gemido y el grito de horror nos quema la garganta junto con los pinos. Sólo aflora en el alma la aurora de la esperanza, del perdón cristiano; al tiempo, que surge la gratitud hacia las nobles Fuerzas de Seguridad y del Ejército que con presteza dedicación y diligencia han cumplido su incansable labor.

Diligencia y previsión que no hemos visto en la clase política en su deber de gestión y administración oportunas y eficaces. No es buena la política de puertas anchas y abiertas; hace falta el filtro del contrato de trabajo y la supervisión; no puede entrar en nuestro suelo, cualquier colombiano, rumano o islamista que se presenta y se aposenta a su arbitrio. No han tenido la precaución obligada, ni los medios exigidos y preparados, los montes limpios y los cortafuegos practicados. Sólo nos queda el llanto y el rechinar del alma.

En nuestra ansiedad por llevar algún bálsamo a tanta angustia y no hallar la palabra justa, recurrimos a la de otros más autorizados: “Venid a mí todos los que estáis angustiados y oprimidos, que yo os aliviaré” (Mt 11,28). Para los que tengan fe cristiana, esta exhortación de misericordia infinita del Maestro, puede servir de aliento. “Si quieres vivir, prepárate para morir”, decía S. Freud, tal vez, ante el misterio que es la vida y la muerte, este pensamiento que encara la muerte, dé ánimo para seguir; ya que, en medio de estas desgracias, cuyos motivos se desconocen, el dicho de Borges, “Dios acecha en cada grieta”, quizás coadyuve a entender su silenciosa presencia. Pues, encontrar aquí la felicidad tiene pocas posibilidades: “Una vida feliz es imposible”, según Friedrich Nietzsche. Y es que el hecho mismo de vivir es pura dificultad, como dice Ernesto Sábato: “La vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo, ya ha de morirse”; y agrega Séneca, casi en el mismo sentido: “El que no quiera vivir sino entre justos, viva en el desierto”. Sin duda, los cataclismos, las desgracias y la injusticia nos aferran y los arcanos, los imprevistos y las incógnitas nos atenazan, confunden y envuelven de interrogantes que no podemos ni sabemos resolver. En fin, “vivir prevenidos, es de buen sentido”, como aconseja el clásico.

Camilo Valverde Mudarra