José Chaves Almagro.
En las trincheras teñidas de mares de sangre y de esperanzas vanas,
detrás de las barricadas de la osadÃa y del ensueño de un mundo mejor,
luchaba un hombre fuerte y leal, un guardián de la libertad.
TenÃa treinta años, mujer e hijos, hijos y miseria.
De cárcel en cárcel pagó su tributo al despotismo,
de la huida por trigales atormentados al exilio hacia la nada,
hizo una afligida senda perenne sembrada de hambre y de sarna.
Cruzó mares y continentes creyendo hallar la savia nueva,
el renacer para esas bocas hambrientas que ya no sabÃan ni llorar.
TenÃa treinta años, mujer e hijos, hijos y miseria.
Su voz era potente como el aúllo del viento sobre el mar enfurecido,
sus ojos verdes y azules como las ramas de los olivos en un cielo añil,
cantaban el anhelo de un futuro libre, de un futuro sin cadenas.
TenÃa treinta años, mujer e hijos, hijos y miseria.
La luz desertó de sus fanales grises y el sonido de su voz
se apagó en el sollozo estremecido de la paz perdida.
Tuvo setenta años y ochenta, mujer, hijos y nietos
quienes no oyeron jamás el aúllo del viento sobre el mar enfurecido,
quienes se perdieron en las mentiras de una historia sin memoria.