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Cultura oficial en Santo Tomé

Carlos O. Antognazzi

Argentina



Un funcionario que habla de «autogestión» para que los creadores generen cultura incurre en una tautología, porque si en esta provincia y país sigue habiendo cultura es justamente porque cada artista ha encontrado las herramientas para autogestionarse y seguir creando en condiciones difíciles, al margen o en contra, incluso, de los gobiernos y las políticas oficiales de cultura. Este discurso no sólo pone de manifiesto la disociación entre política y cultura, sino, además, el desconocimiento que se tiene del trabajo cultural: a la cultura no la hacen los funcionarios, sino los creadores. Pero esta verdad de perogrullo es ignorada por los políticos de turno.

Cultura oficial en Santo Tomé

Un funcionario que habla de «autogestión» para que los creadores generen cultura incurre en una tautología, porque si en esta provincia y país sigue habiendo cultura es justamente porque cada artista ha encontrado las herramientas para autogestionarse y seguir creando en condiciones difíciles, al margen o en contra, incluso, de los gobiernos y las políticas oficiales de cultura. Este discurso no sólo pone de manifiesto la disociación entre política y cultura, sino, además, el desconocimiento que se tiene del trabajo cultural: a la cultura no la hacen los funcionarios, sino los creadores. Pero esta verdad de perogrullo es ignorada por los políticos de turno.
Hoy Santo Tomé tiene una nueva posibilidad para comenzar a revertir esta situación que se ha visto agravada en los últimos años con políticas reduccionistas, actitudes voluntaristas (que nunca podrán llegar más allá de lo que el mismo voluntarismo les permite, porque éste es una respuesta de coyuntura, para un momento específico, y no un proyecto cultural a largo plazo) y ciertos manejos de poder para los que sólo parecen existir los amigos de la política oficial.
Santo Tomé puede hacerlo si sus dirigentes comprenden que política y cultura no se excluyen, pero que tampoco pueden estar supeditadas una a la otra, porque con ese criterio llegamos al día de hoy, cuando en nombre de cierta política la cultura se reduce a un mero brazo ejecutor de un partido en donde el populismo mal entendido, el amiguismo y el ninguneo “oficial” a quienes no comparten las ideas del poder de turno son el emergente más claro.

Política oficial

Vale como ejemplo el Primer Congreso Santotomesino sobre «Comunidad y Cultura», convocado por el municipio, que tuvo lugar el 10 y 11 de agosto de 1996 en el Liceo Municipal, y las conclusiones que allí se presentaron al Director de Política Cultural, psicopedagogo Enrique Maillier: todas las áreas coincidieron en que la ciudad carece de un proyecto cultural. Si hoy se realizara el Segundo Congreso las conclusiones serían las mismas. Pero incluso en estos siete años hemos empeorado.
El Fondo de Promoción de la Cultura es otro ejemplo. Desde mayo de 2001 el representante de la municipalidad en las reuniones, Enrique Maillier, sostiene que el ejecutivo municipal ha aprobado el proyecto, pero hasta la fecha la cuenta en el banco no ha sido abierta, por lo cual el Fondo no puede funcionar. Es curioso, porque el estatuto fue aprobado, las comisiones participantes también, pero el municipio no cumple con una parte fundamental que, aparentemente, también ha aprobado. Es decir que se ha usado y abusado del tiempo y el trabajo de un grupo de intelectuales con el aparente objetivo de impulsar ciertos cargos en las penúltimas elecciones antes que de llevar adelante el proyecto del Fondo.
El nombramiento de “Ciudadano Ilustre” que el consejo municipal le endilgó a una persona que nada realizó para ilustrar a la comunidad (volar a las islas Malvinas con una avioneta particular) apuntala la incongruencia general.
La participación de la municipalidad de Santo Tomé con un stand en la feria del libro de Santa Fe en donde no había libros, aunque sí un televisor que proyectaba un documental sobre el festival del Paso del Salado; la participación del municipio en la primera feria del libro de Santo Tomé (2002) con un stand en donde no estaban representados todos los autores de la ciudad, en una feria en donde no fueron invitados a participar con actos y/o charlas estos autores (salvo los que tienen relación directa con el ejecutivo y/o la Dirección de Política Cultural), aunque sí fueron convocados intelectuales de afuera; la falta de un stand oficial de la municipalidad en la segunda feria del libro (2003), cuando es justamente el municipio quien la auspicia; y la organización de un concurso literario cuyas sombras aún no han sido debidamente aclaradas por los responsables de la convocatoria, son síntomas de marchas y contramarchas que ponen de manifiesto una política cultural errática, carente de horizonte definido, y dirigida al parecer al exclusivo fortalecimiento de un grupo de obsecuentes del Gobierno.

El voluntarismo

La organización de ciertos actos que son auspiciados por la Dirección de Política Cultural, en donde son siempre las mismas personas las invitadas a participar (en general con pocos o ningún antecedente en la disciplina que profesan, lo que en la práctica equivale a nivelar para abajo en lugar de ampliar y hacer crecer la cultura), hace preguntarse sobre qué conocimiento posee el municipio sobre los creadores de la ciudad o, mejor dicho, qué idea tiene el municipio de lo que es la cultura, y qué idea tiene sobre lo que es el ciudadano santotomesino medio, que es, de paso, el contribuyente que sigue aportando para que ese municipio continúe funcionando.
En los últimos años se ha hecho evidente que los impuestos y servicios no vuelven al ciudadano, ni en obras, ni en infraestructura (otra vez la ciudad se salvó de la creciente, pero el estado calamitoso de la defensa no avalará nuevas improvisaciones), ni en cultura. Es lícito pensar (sin que esto constituya un llamado al “levantamiento popular”) hasta cuándo el municipio seguirá desoyendo ya no sólo los reclamos, sino lisa y llanamente el mandato constitucional, porque hay cargos ocupados por personas que poco o nada hacen, o hacen mal, y no son llamados a dar explicaciones (como ocurrió con el profesor Daniel Yost luego de reconocer en televisión que actuó ilegalmente mientras era Director de Política Cultural).
Por último, la amenaza de un funcionario de «iniciar un juicio» a quien firma este artículo cuando estos problemas le fueron planteados oralmente, pone de manifiesto que antes que velar por la cultura de la ciudad hay quienes se molestan cuando les hacen notar los yerros y las carencias que se están incrementando. Es hora de que las autoridades comiencen a pensar de otra manera y que consecuentemente los funcionarios políticos se hagan responsables de sus actos. Ni Santo Tomé es una estancia privada, como parecen entender algunos funcionarios, ni ellos son los propietarios. Es exactamente al revés: los funcionarios tienen un poder prestado por la ciudadanía para ejercer ciertos trabajos. Si no cumplen, o cumplen mal, deben irse. Y si no lo hacen voluntariamente el ejecutivo tiene el deber moral y las facultades necesarias para obligarlos. El ejecutivo debe rendir cuentas al ciudadano y no proteger a sus empleados, máxime en el contexto que nos ocupa.
Las autoridades elegidas el 07 de setiembre pasado tienen la posibilidad de comenzar la reconstrucción cultural de la ciudad. Pero es una tarea que también le compete a los creadores. La cultura es demasiado importante para dejarla solamente en manos de los políticos, y los santotomesinos estamos sufriendo en carne propia ese tipo de actitudes facilistas. La mediocridad que inunda la ciudad no es sólo obra de la política de turno, sino de la masa anónima de trabajadores de la cultura que no se manifiesta y calla complaciente por “no meterse” o buscando dónde “acomodarse” para sacar alguna migaja personal en el reparto cada vez más pauperizado del amiguismo municipal. Esa hipocresía acomodaticia es tan perniciosa como la del funcionario, y responde a la misma actitud.
Muchos intelectuales adhieren a esta critica en voz baja, pero en la práctica, y a plena luz, son los que están apuntalando la actual política de cultura con un servilismo deleznable, esgrimiendo el argumento falaz (y vanidoso) de que si ellos «no hacen algo por la cultura nadie hace nada», cuando resulta claro que la cultura oficial es responsabilidad del municipio y no de los creadores independientes. Cuando estos ciudadanos aportan a la política oficial sin que el municipio haya resuelto las cuestiones primordiales de la cultura, lo que se está haciendo es pagarle un sueldo a gente que no cumple con su trabajo. Son los “idiotas útiles” de los que hablaba Lenin: aquellos que colaboran sin comprender a quién o quiénes favorecen. Pero si a esos creadores les falta visión, dignidad y respeto por su propio oficio, al Gobierno de la ciudad le falta un proyecto cultural serio.
Sería interesante que quienes hoy ocupan cargos en cultura sean removidos, y que se transparente la elección de los nuevos mediante concursos donde se exija a los postulantes un proyecto cultural a largo plazo, avalado por un jurado respetable y por la comunidad. Si la cultura oficial es para la ciudad, es la comunidad quien debe tener injerencia, y no después sufrir durante años las consecuencias de los nombramientos “a dedo”. Y aquí hay complicidades compartidas: ni la comunidad ni el municipio son inocentes, porque lo que la comunidad no exige, el municipio, acostumbrado al facilismo, no otorga o no cumple. Son los contribuyentes los que deben exigirle al ejecutivo. Son los contribuyentes los que deben educar al soberano, y no esperar de brazos cruzados que el ejecutivo haga lo que corresponde. No al menos en estas latitudes.
Vale señalar una vez más la paradoja de que la última vez que se concursó el cargo de director de cultura en Santo Tomé fue durante el proceso militar, cuando resultó elegida la señora Estrella García de Cifre. Y si bien es cierto que un concurso no garantiza la equidad ni la calidad o viabilidad de un proyecto, los santotomesinos ya conocemos cuál es el límite y qué es lo que permite una cultura supeditada a los vaivenes del poder de turno y de espaldas a los verdaderos creadores y las necesidades de la comunidad. La cultura es un valor independiente, cuya potencia transformadora sólo se canaliza desde esa independencia. La cultura debe estar en mano de profesionales, no de “amigos” o “voluntaristas”.

Un proyecto cultural

La Argentina es conocida en el mundo por Borges, Bioy Casares, Cortázar, Di Benedetto, Sábato (por citar a escritores), y no por los políticos que fueron ocupando los cargos de cultura mientras estos autores escribían. La provincia de Santa Fe y la ciudad de Santo Tomé también. Cuando la cultura queda supeditada al accionar político partidario se bastardea, pierde su capacidad y se vuelve un atributo del poder que sólo, y sólo en parte, puede “servirle” a ese poder, pero poco y nada a la comunidad. La cultura está para algo más que el cholulismo, el franeleo y juntar votos haciendo batucada.
La Dirección de Política de Cultura ha perdido legitimidad a los ojos de los creadores independientes, y no puede convocar con éxito a la necesaria reconstrucción cultural de la ciudad. Además, la destrucción imperante hoy es producto del municipio, de esa Dirección y de los “amigos” del poder, y difícilmente puedan los mismos responsables “cambiar” de la noche a la mañana y comenzar a enriquecer la ciudad con una cultura participativa, democrática, y avalada por un proyecto consensuado. Y si los funcionarios no son capaces de resolver estos problemas, existen los asesores, especializados en distintas áreas, que pueden ilustrarlos.
Uno de los sustentos de la democracia es la posibilidad de renovación y alternancia. Es, quizás, el rasgo más importante junto con el de la participación de los diversos sectores. Queda en manos de las autoridades electas asumir este compromiso o permitir que la cultura oficial de la ciudad se siga perdiendo como el agua de lluvia, por las alcantarillas.

Santo Tomé, octubre de 2003
© Carlos O. Antognazzi
Escritor.

 

P.-S.

Artículo publicado en el periódico “El Santotomesino” Nº 65 (Santo Tomé, octubre de 2003, p. 09), y en la revista “Hoy y mañana” Nº 39 (Santa Fe, noviembre de 2003, p. 12-13).

 

Este artículo tiene © del autor.

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