VIENTO SALINO
[…] en aquel hermoso lugar donde los inviernos son otoños y las primaveras veranos, cada mañana una cariciosa brisa salina acompaña a Maria, mientras camina con premiosidad, sobre las doradas arenas de la playa de Sanlucar de Barrameda.Su caminar es escoltado por un oleaje de tórrido sol, y otro de guadianesco viento. El invisible céfiro, flamea sus áureos cabellos, modelando con suavidad el dulce rostro de esta bella mujer.Sus grandes ojos verdes, auténticos luceros esmeralda, reflejan el acompasado baile de los veleros sobre las olas del apaisado horizonte.Sus curvadas y prolongadas pestañas aletean intermitentemente, con la delicadeza y espontaneidad propias de una alegre alevilla.Sus mejillas son como dos hojas de exótica orquídea, teñidas por un fascinante color ebúrneo-purpura de terciopelo. Su mágica sonrisa, dibujada sobre unos bermejos labios, deja entrever una mezcla de inocencia y picardía.
En la lontananza, un bello ejemplar de caballo andaluz, con porte orgulloso y elegante, de capa torda, crinera espesa - levemente ondulada-, con bello y noble trote; avanza al galope tendido por la orilla del arenal, dejando tras de si efímeras huellas de herradura, que son borradas al instante, por las cadenciosas olas que besan el sabuloso océano.
Al llegar a su altura Francisco, el jinete, recogiendo las bridas con firmeza, obliga a la temperamental cabalgadura, a reducir el paso, y mirando a su gran amiga Maria, la invita a subir a lomos de "Huracán".Ella acepta sin reparos, y se encarama a la cruz del equino.Francisco le habla a Maria, mientras sus palabras, se van perdiendo en el bello paisaje, como un eco sordo, consecuencia de un viento salino, que las guía, sin brújula, por los invisibles recovecos […]