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IX. LA DIGNIDAD E IGUALDAD DE LA MUJER

Camilo Valverde Mudarra

ESPAÑA



"La realidad social y económica de España, aún no refleja la igualdad de derechos que reconoce la Constitución a la mujer".

Lamentablemente, "la realidad social y económica de España, aún no refleja la igualdad de derechos que reconoce la Constitución a la mujer". El Consejo de Ministros ha aprobado diversas medidas para promover la igualdad de la mujer junto con un paquete de incentivos en su incorporación a los estamentos políticos y empresariales. Las iniciativas se centran en fomentar el empleo, eliminando la relevante diferencia salarial por el mismo trabajo, conciliar la vida familiar y laboral, haciendo que los deberes familiares sean compartidos, la lucha contra la violencia doméstica –no la incorrección “de género”- y todas las restantes cuestiones que afectan a la mujer que, en sí, la someten y discriminan con respecto al hombre.

La ley de la igualdad de la mujer que el Gobierno enviará al Congreso emprende decididamente la protección formal y favorable de los derechos de la mujer. En la modernidad, la sociedad española no puede permitir las viejas desigualdades y minusvoloración femenina. Era una necesidad social perentoria. Había que resolver esta lacra de modo definitivo. Y llega por Ley.

Es triste que los gobiernos y las leyes vayan siempre a la zaga de las necesidades. La Declaración de Pekín firmada por 189 gobiernos, aún, duerme en silencio a la espera de ver la luz y hacerse efectiva. Los informes relativos a la circunstancia vivencial de la mujer en el mundo señalan que, tras diez años de la IV Conferencia de Pekín, sigue soportando una enorme discriminación en el ejercicio de sus derechos y libertades. Por esto, las ONGs de España exigen a los poderes públicos, con motivo de la revisión en Nueva York, el cumplimiento de los doce compromisos adquiridos en Pekín. La situación de las mujeres en el mundo se mueve penosamente entre escasos avances y amplios retrocesos en diferentes y numerosas zonas geográficas. Desgraciadamente, uno de los asuntos más preocupantes, allí adoptado, en materia de derechos sexuales y reproductivos, permanece sin cumplida solución. Según testimonio de Naciones Unidas, 201 millones de mujeres en el mundo desconocen la vía de acceso a métodos anticonceptivos eficaces y las deficiencias en los servicios de salud reproductiva y sexual producen la tercera parte de las muertes a causa de las complicaciones en el embarazo o el parto.

Las mujeres y las niñas, llegando a constituir el 70% de la población que vive en la pobreza, representan dos tercios de las masas analfabetas y, precisamente, por su condición femenina, no disponen del posible ingreso a la educación, a la salud y otros recursos sociales básicos; sufren una mayor morbilidad en casi todas las etapas de la vida, desproporción que se hace persistente, aun soslayando las dificultades reproductivas. De continuar este miserable olvido y no adoptar medidas urgentes que palien ya estos problemas, jamás se cumplirán los Objetivos de Desarrollo del Milenio. En muchos países, continúan vigentes ciertas leyes que quiebran gravemente los derechos humanos de la mujer.

Aunque se conocen algunas noticias positivas y, últimamente, se producen avances respecto a la igualdad femenina, especialmente en materia legislativa, sin embargo, no llegan a hacerse realidad en la práctica de la vida cotidiana. Así, se comunica que de los 550 millones de pobres de este planeta en edad laboral, alrededor del 60% son mujeres. Es el nuevo elemento que se ha dado en llamar "la feminización de la pobreza", hecho lastimoso que representa el incremento de las mujeres que malviven constreñidas por la miseria de la hambruna, desechadas en el olvido del gasto innecesario, el despilfarro y el injusto reparto de la riqueza.

Son perentorias las acciones contundentes e inmediatas para erradicar el hambre y la sed de esta tierra, así como la gravísima lacra del Sida, junto a la imperiosa exigencia de la inmigración, víctima del fúnebre oleaje en la patera o en el obscuro viaje de la incertidumbre. Toda la sociedad instalada en el bienestar ha de acudir con ímpetu a erradicar la pobreza lacerante por medio de instrumentos efectivos: hay que enseñar e incitar a laborar la parcela y proporcionar el arado y las semillas, el pozo y las máquinas y el barco y las redes.

Camilo Valverde Mudarra

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