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AUTOBIOGRAFIA POETICA DE OSCAR PORTELA

Memorias y olvidos en la obra de Oscar Portela

Oscar Portela

ARGENTINA



Pero heme aquí sin palabras, como Tiberio, el Dios,

pálido en la certidumbre de ser solo un espectro,

una pálida huella en las danzas de la memoria

del devenir del mundo, por los Dioses burlado,

mirando ahora, sin ver más que el Ocaso de los soles

que amara, como Tiberio, como Tiberio el Dios,

yo Dios, ahora deseando la desmemoria sin sexo

de los cerrados ojos de una magnolia,

sobre un cuerpo ya anciano que no pronunciará

jamás las ordenes de vida o muerte.

YO

por Oscar Portela

YO, cuyo amor era fuego y silicio

para el alma y el cuerpo del amado,

yo, cuya boca abierta como fanal

al éter donde los dioses derramaban el néctar

que cantos depositaban en mis labios,

yo, que dí la armonía a los astros

y el verbo a todo lo vivo, como el polen

que da nacimiento al fuego de las palabras

sagradas; yo, que hice de mi osadía

la escalera que conduce al Empíreo

y pretendí laudar con la esperanza

la prometeica vida del mortal,

vedme ahora convertido en Titán

destrozado por las fuerzas y el ejército de los días,

yo, que ahora debo renunciar,

que ya renuncié a la gracia

de la pasión,

guiñapo y burla de los dioses, solo y abandonado

Ulises, sin retorno, olvidado de Itaca,

aún sufriendo las vejaciones del corazón

que intenta el canto

y de la amistad que intenta reconciliar

con el camino.

("YO", poema inédito -2001-)

por Oscar Portela

Que profanado no sea mi cuerpo con las memorias

del Clima. Lejos y en funeraria de seca y negra

arcilla enterrad las memorias que mancillan mi

carne con implacable ardor. No hay piedad ni

acatamiento fértil de la ley bajo esta estéril

luz que ciega mis ojos con arena y con humo.

Lejos me lleve la piedad del agua a la iniciática

fiesta del candor y los salados mares que llagan

con amor o con yodo y a desmemoria vuelva mi

y revelen otras historias para mí, climas, sueños

en el vuelo inmortal donde reposo, lejos de la

profanación y del escarnio, en funeraria espera del amor.

("Profanación", del libro La memoria de Láquesis)

a mi amigo Pedro

Yo no me cuento mi vida

se la estoy contando al Otro,

en nombre mío la cuenta

aquel que porta mi nombre:

Cuando alguien habla de mí

está pensando en el Otro,

sombra, sosías y espectro

que me lleva y me transporta.

Tumba mía, nombre mío,

pasajero sos de todo,

lego en tu letra y la mía,

la obra de mis congojas.

En nombre mío me endeudo,

con el Otro y con su nombre,

y así, inmortal no perezco

porque tributo a una sombra.

Sombra soy, sombra me quiero,

milonga soy, soy copla,

y extranjero de mí mismo,

le cuento mi vida al Otro.

Poema inédito- octubre 2003

Corrientes- Argentina

Memorias

Autobiografía Poética

por Oscar Portela

Punto Muerto (Dead End)

por Oscar Portela

Era temprano, demasiado temprano.

La diana era blanca como la escarcha

del invierno, y migraban los días

como aves, llevadas por los vientos

de los faustos veranos. Luego grité:

"abandóname infancia o descíframe tus

enigmas", pero todo fue en vano: aquí

estoy poseído por un país de dulces aguas

y garzas blancas o moras, ya abandonado

para siempre, para siempre descarnado

y sin sueños, quieto, inmóvil, sombra

de mi mismo, "yo que estuve en toda

la oscuridad, y parte de la luz, o he

sido todo esto", Liza querida, ya para siempre,

sólo y a la intemperie de las bárbaras

imágenes que me poseen, en la vigilia

y en los sueños: Erase un pueblo (¡ay!, Loreto)

llegado desde lejana Roma, y aupado por

los ángeles, lejano, inmóvil fuera de todo

todo tiempo, donde besé a mi madre,

tierna, tierna Marina, y al callado , casi

oscuro, casi silencio, Don Modesto Portela,

padres que me trajeron a estas tribales

tierras, donde pasé la infancia, adentrándome

en la infinitud del dios de los esteros,

y los libros que asolaron mi infancia

como varas de fuego: la sangre de ibérico león

corría por mis venas, toda ella poseída

por la mágia, negra o azul, de las mezcladas

razas de mi América: luego, Oscar Ignacio

Portela Bofill, y Molina Gómez de Barreda.

Los punzantes estiletes grabados en la carne

del alma del asfalto, donde el amor, otras imágenes,

hicieron nido en mí, "dolores" y fracasos,

estigmas y entusiasmos, que poco a poco,

hicieron de un niño enfermo y custodiado por

las gracias, el luciferino adolescente de una

edad de oro, en el cual venían hacia

mí, nuevos padres, amigos que ya no están

y sin embargo sobreviven, y el exilio y la cárcel,

y los aplausos, y rebeldías o claudicaciones

de un alma que había bebido néctares y frutos

de un paraíso perdido -1950, y luego, y luego,

las espectrales sombras, los insomnios eternos

como el amor perdido, como la roja muerte que se

llevó a mis padres, yo tigre, yo tauro, y ahora

sólo "poeta en tiempos de penuria",

re-escribiéndome a mi mismo, para borrar las

huellas que delatan mi huida, hacia dónde, cuándo?

Porque a pesar de todo aún respiro, aún mis manos

transpiran, y aún se posa en mi pecho el candor

del jilguero que me acunó de niño.

Oscar Portela

Cuadros

Por Oscar Portela

A Marina Bofill de Portela,

mi madre

Madre sentada en mecedora

levitando sobre perfume de magnolias.

Ni su densa presencia ni el rumor de

las vagas estelas del alba

deslizándose sobre rayos de urgencia

en las cálidas noches

donde sueñan las densas aguas

del deseo y algo más hondo que el abismo

u oscuro que la pasión de un muerto,

danza en la noche la danza

extática del mito.

Allí el perfume de la memoria

encendida en las brasas que

alguien dejó a la vera de un sendero

sencillo cuando aún las

soledades desplegando raíces

en el exilio del verbo buscaban

decirse a sí mismo una historia,

bastarse poseyéndote al poseerse

en la misa de la pasión total,

del absoluto, no, ni madre

en mecedora sostenida por la blancura

de jazmines en lo más entrañable

del aura ensimismado,

no, ni madre en mecedora lograron

hacer de ti algo más que el

destello de una vaga esperanza,

una pasión de rayos y tormentas

demoradas que caen para impetrar

la suerte y sólo en sueños

halla su vida y forma o

una paz anterior a los duelos

que ya entonces, en mitad

de la noche del trópico,

derramaban su luto

sobre la soledad que se extasiaba

en sombras y días de encantos

o presagios sin memorias ni Ecos.

No, ni madre en mecedora, allá

solemnemente enlutándose en aromas que

no penetraban en mí ni en los

espejos de las aguas más dulces

donde la voluntad se dicta

un mundo y un mensaje de sueños,

aquí, abandonado a la intemperie

de lo que no puede decirse,

el signo abriéndose como una

herida, desamparándome de mí,

extraviándome una y otra vez

en mí, condenándome a esta vasta

aventura de los nombres

y de la soledad que ni madre

espectral sobre memorias,

solísima sobre hondos perfumes,

exorcizar podría y ahora podéis

verme deshabitándome de mí,

de nombres y de amparos,

de historias que el viento olvida,

aquí, desexhumándome, en mitad

de jardines soñados, endemoniándome

ya sin nombre o guarida,

enloqueciendo y sólo atento

a los olores del sexo del

viento extraviado en mis manos

o de un cuerpo pequeño, piel

ignorada, purísima, como de madre

en la noche de los designios,

desposeyéndome

de todo, aniquilándome convulso

o enloquecido de pavor y

exequias, sin comprender, salvo a

mi madre en mecedora, aún

envenenada por los dulces olores

que no expulsaron la soledad

de mí, hundido en noche errática

y sin penas, caminando hacia

el fatal olvido, el pliegue

incompasible donde nacen los

límites ambiguos, y el no saber,

que entramados proyectan
l
los haces de la suerte y de la muerte.

A MI PADRE

MODESTO IGNACIO PORTELA

EN UN CEMENTERIO PUEBLERINO

por Oscar Portela

Para entrar a mi mismo

debo cancelarme a mi mismo,

aceptar lo que fué cancelado

por la memoria de lo que fui

una y otra vez, huella borrada

por el viento de la soledad,

latido que se detine a si mismo

una y otra vez, y luego continuar

despidiendome a mi mismo, ahora a ti

porción de mi enterrada vida,

en las ariscas tierras de un pobre

cementerio, levemente posado,

al borde de lagunas y de esteros

donde alguna vez canté

la iridicencia de la espuma,

el alma que adentrada en si misma

se despide de si, ahora, ahora,

Ah padre mío, sin amargos regustos

ni omnipotentes cánticos,

sola, cancelándose a sí, en la mudez

del verbo y aceptando que borrar

y escribir son uno y sólo ejercicios

de amargo duelo y sol amargo!

Así nos despedimos padre,

tú adentrandote en otra luz y

atravesando el Orco, lentamente

como entraste sin prisas a la sombras,

silencioso, entregando a lo que es de

tinieblas lo fugado y dejando a la luz

el triste vértigo de lo que nace para morir.

Pocas lágrimas después de tanto tiempo,

pocas palabras para continuar llevándote

conmigo sin apenas saberlo, es todo el

secreto de lo que carece de nombres,

cuando más profundamente olvidado

estás en la presencia de lo ausente,

vacía ya el esplendor del anfora

de la palabra. Ahora tal vez, tú y mi madre,

tú y un poco de mi mismo se irá de manos

al Erebo : así creí que nunca volvería

los ojos hacia atrás, ni preguntaría nada

ya, y sin embargo, las plegarias que toman

en mi las formas del adagio de las horas,

las cautivantes gemas de lo que fué,

ardor y pánico, reclaman para ti,

las calmas aguas y el nombre de Marina.

Ya los natales paisajes han desaparecido

con tu nombre y en tu nombre, mas el

aliento de lo indecible, continúan tras los

cansados pasos de esta sombra que soy,

y se consumará en tu nombre.

Espera

por Oscar Portela

Toda la música

que afluía a mi boca

el lago de mi boca

los peces de mi boca

la gran mar estrellada

de mi boca

el infinito azul

perfumado de mi boca

perdidos ya

ya perdidos

el mismo seto,

la misma esquina,

la misma desazón

la misma culebra

sibilante de la noche,

la misma noche perdida,

con notas disonantes

y el recuerdo como el piano

de Holderlin con las

cuerdas cortadas. Eso es todo.

Cuerpos asesinados

por la pasión,

manos entregadas al vacío

de la caricia,

piel exaltada por el azufre,

todo aquí, todo enterrado

en un ahora eterno,

y yo esperando

la muerte y yo esperando.

Misterios

por Oscar Portela

Misteriosos son los caminos de la vida.

Tortuosas derivas, violentas cascadas,

vientos huracanados,crepúsculos que reflejan

el vertido el mundo y la otredad del prójimo.

Y todo está en las manos, ojos, labios y música

que pone melodía al corazón y a los misterios.

en las manos los daimones y angeles

que presiden los sueños de los que estamos

hechos, de las sombras de las que estamos hechos,

auras que no disipara el azar,

ni demonios ni angeles, aunque el Dios

que preside nuestra mesa

quiera bajar de los espejos,
l
os espectros que viven en las aguas.

El Día

por Oscar Portela

Llegó un día a mi puerta con un claro

silencio sobre la frente.

Era solo

respuesta tras el dintel vacío,

pura interrogación su boca

sin ninguna pregunta,

que guiara sus pasos.

Serené entonces mi corazón

agobiado

por el recuerdo innúmero

de lo que fué combate provocación,

y éxtasis.

Ay, lucha y cortejo, agua y ceniza

derramadas

sobre el cruel arabesco

de lo que hizo destino.

Yo fui de nuevo el ánfora

donde mezclar las horas,

melodías

y acentos.

Fingí ignorarlo todo

pues de ignorancia vive,

la llama que ilumina

y da forma

a las sombras.

Y tú eras la sombra.

Al mar dejó mis pasos

y quede en el escrito

de la nada y la boda,

nombres que alumbran

huellas

cuando pena la noche.

Mi corazón gentil

diciendo

el naufragio primero

sucumbiendo a la estela

del número

y la estrofa:

para dejar estar,

el vivo sol que entonces

tu mano

librerara a la entrega

primera de lo que fue

llamado,

sin endecha ni queja

y en silencio cantado

sobre la carne muda

y el perfume de un huerto.

Carne de las palabras

entregadas

al deseo primero,

así fueste volcado -

pués en la muerte sola

y los días que hasta el poeta

llegan

claramente retorna

furtivo como toda

pregunta

que repite insaciada

el origen del verbo,

la memoria encendida

y el aura de tu pelo.

Niño Solar

poema de Oscar Portela

Que burla señor, que has puesto en mi boca

preces y bendiciones, y en mi cintura

el fuego de los dioses que dominó la muerte,

ahora que solo clamo por ti, noche,

por tu desasimiento, yo , como exiliado, condenado,

solo en la noche libre, odiando toda luz, odiando

toda belleza, señor que burla, que burla , el largo camino

que conduce del sueño del niño solar,

a éste que ahora su cuerpo baña con las cenizas del

recuerdo, - porque nadie puede saltar sobre su sobre su sombra,

ni coincidir con ella, cuando el mediodía se retrasa-,

 Oh señor- , y en mí solo crece el desierto,

el olvido que no puede olvidar el olvido

que lo revela todo-, las pequeñas muertes,

los pequeños duelos, abiertos en las confeciones

de las encenizadas lagrimas, - las que lloro por mí -,

y por aquella belleza que no engendró mi corazón

aquí, en ésta soledad a la que me condenaste,

al igual que Timón, Calibos, Catilina.

Ahora que sólo complo la palidez creciente del crepúsculo-,

el egoísmo de los corazones, la fatal llaga

de lo trivial que se expande sobre todo-,

como un viento demente, yo sin el sueño que da reparo

y da la muerte soñada muerte, cuando él me llamaba,

 sígueme, entra al oscuro bosque- , y lo veía

disolverse, del mismo modo en que ahora mi vacía

mirada, sólo ve muros y la sal del desierto que

crece, Oh señor, que me niegas el rayo

de la locura, la mirífica muerte, y sólo cenizas

dejas en mi boca,

harapos en el cuerpo del niño

que desafiaba al sol en su carrera, hasta perderse

con el én su viaje hacia la noche

yo que ahora soy noche, yo señor, que al viento

y al sol me había prometido, yo, un corazón

con demasiadas preguntas,

abandonado como Abraham en el desierto, como Job,

rascándose sus pústulas, en soledad señor,

tú y yo, acaso solo melodías de una partitura que jamás

será escrita sobre ninguna lápida.

Ver en línea : www.corrientesaldia.com.ar

info portfolio

Oscar Portela: acuarela de Vera Luz Laporta

Este artculo tiene del autor.

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