"Mi innoble profesión es la de esclavo de las palabras, mercader de sentidos, bufón de OdÃn"
Leopoldo MarÃa Panero.
EL AMOR DEL OTRO BANDO.
Él esperaba siempre en el aeropuerto, siempre marica él, con sus dos metros de humanidad, con sus gestos de peluquerÃa y su voz de mujer. No-tenÃa relación su voz y su altura, su presencia masculina y su mirada casi al borde de la humedad femenina. Una marica de pueblo. El homosexual muerto de SIDA.
QuerÃa hacer teatro, deseaba trascender su amaneramiento y dejar algo. Nunca supe si lo hizo. Manuel lo vio en una peluquerÃa, y estaba bien.
Efrén me enseñó que debajo de esa dureza habÃa una máscara de cariño, demasiada humanidad. Una tarde de calor me llevó a la casa de un viejo homosexual, un hombre lleno de recuerdos, de fotos, en una de ellas el viejo estaba vestido de mujer, en épocas curiosamente jóvenes, maquilladas y con el novio a su lado. La tristeza nos invadió, la chispa recurrente se transformó en nostalgia. Y mi argumento de por qué no me gustan los maricos Efrén lo rebatió. Con su mirada ingenua, pegajosa, me dijo ¡Las maricas también tenemos humedad, podemos llorar. La única humedad natural que nos está permitida!
La vieja marica queda en su casita rosada. Despidiéndonos por la ventana con una mueca de payaso triste.
En la calle, Efrén se encontró con un novio, su mirada tomó ese brillo de cualquiera que tiene alma para amar. Le va a faltar humedad a mi amigo difunto, pero sentimiento tiene para dejarse querer por los amigos.