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VERSOS EN EL TIEMPO

Selección de poemas de María José Arques Cano

María José Arques Cano

España



 Instauración de recuerdos
 
 
 Los recuerdos acechan.
 Establecen sus normas
 fundando en la memoria
 sus estancias secretas.
 Se pasean airosos.
 Se mofan, se rebelan.
 Los recuerdos perdonan
 cuando se sienten solos,
 cuando vierten sus llantos a escondidas,
 cuando conciertan citas.
 Son ellos los que gritan
 la verdad de las cosas,
 la esencia de las vidas.
 Los recuerdos derriban,
 aplastan, crucifican.
 
 Los recuerdos perduran
 a través de los tiempos,
 a pesar de la huida.
 Los recuerdos anudan
 con lazos bien atados
 todo aquello que añoran.
 Los recuerdos destrozan
  el sabor de los besos
 y bordan en los miedos
 sus encajen y blondas.
 
 
 JORNADAS
 
 
  Hay días tan tristes
 como niños sin nombre,  
 como losas de tumba,
 como urnas de muertos.
 Son días sin luna
 que se van sucediendo,
  días de silencios.
 
 Le doy a la llave
 de ni nuevo coche.
 Conduzco sin ruta
  y me marcho lejos.
 Son días que dudan,
 que me van mordiendo,
 días sin sus besos.
 
 
 Resuelvo un sudoku.
 Me encierro en mi torre.
 Le entrego a las musas
 mis últimos sueños.
 Son días de burlas
  que me van hiriendo
 con golpes eternos.
 
 
 Hay días marcados
 por la faz de un hombre,
  por antiguas runas,
 por exhaustos cuerpos.
 Son días de luchas,
 que se van gimiendo
 con llantos y miedos.
 
 
 
 
 La sombra
 
 
 
 Julio arreciaba con fuerza de estío,
 destilando calores en la noche.
 Estaba con ellos cuando llegó la sombra.
 Era un lamento negro.
 Era una pena honda.
  Me siguió por el paseo, inquisidora,
 mientras me abría
 paso entre el gentío.
 Era un gemido lento.
  Era una pena rota
 La extraña soledad de la que hablaste un día,
 el tremendo vacío,
 cuando todo termina
 hasta el éxito próximo.
 Así me siento yo - me ibas diciendo.
 Así lo vivo yo- me ibas contando.
  Déjame que te diga
 que me sentí perdida,
 que me encontré agotada,
 oscura, pétrea y sola
  y que nadie venía.
 
 
 
 
 UMBRALES
 
 
 
 Cruzando umbrales descubrílas rosas
 quedañaron las palmas de mis manos primeras,
 de mis primeras manos.
 Saludé a mis amores, besé a mis enemigos.
 Sobrelos marcos de las rosadas puertas
 leí carteles con mensajes cifrados
 que explicaban los más variados ritos
 en resumidas notas.
 Me entregué a las verdades,
 arraigadas y solas
 y recé en los altares
  oraciones rimadas con versos doloridos,
 con saetas sangrientas.
 Ahora sé que fui estrella
 de piélago y celaje
 y que por estos campos
 sembré un día mi semilla de terciopelo y lino.
 
 
 
  Vidas versadas 
 
 
  Pierdo, por fin, los sagrados documentos 
  y me entrego al universo rojo de las lenguas.
 Trazo figuras de fuego
 en la tibieza de los cuerpos.
 Sé que me miras con desprecio
  y no me importa.
 También tú te entregarías al dulce deleite
 para no sentirte tan solo
 pero no te atreves.
 Soy la superviviente
 que pactó en muchos naufragios.
 Aprendí a matar peces
 cuando era una niña.
 No puedo escribir que a nada temo
 mas soy la reina de mis propios miedos.
 Los esculpo, los cincelo.
  Los dibujo en el aire con mis besos.
 Nunca tuve a nadie bebiéndome tan dentro
 sentía retorcerse mis interiores cuencos 
  con la audacia y la ternura de un pirata.
 Pudo ser mi dios y mi pancarta.
 Pude darle angustias y temores.
  Pero soy una maldita aventurera
 que mezcló sus locuras esa noche.
 Así que, calzándome mis sueños
  le dejé, tejiendo verbos en el lecho
 La ciudad me esperaba somnolienta,
 recóndita y salvaje, como un vicio sin nombre.  
  Hay quien plasma rencores en los lienzos
 y narra en sus relatos los recuerdos
 de sus vidas pasadas.
 Liberan sus verdades en los versos,
 lideran sus batallas.
  Yo tuve mis atávicos momentos,
 mis espacios versados,
  mis leyendas arcanas.
 Canalicé mis ansias, mis deseos,
  con rimas, con palabras.
 Hoy gozo escribiendo mis poemas
 por el mero placer de hacer poesía.
 
 
 
 
 
 VIERNES
 
 
 Llegará el viernes como llega a muerte.
 Tú estarás muy cerca y yo estaré lejana.
 Hay larvas que persisten,
 reviven en el agua.
  Como fieras,
 como toros,
 cual gigante de leyenda.
 
 
  Llegará el viernes como llega la fiebre.
 Yo cerraré las puertas de mi casa.
 Necesito vencer y resistirme
 al tormento de ascuas
 que me quema,
 ya del todo,
 cual madero de la hoguera.
 
 
 
 
 
 ELLOS HABLAN
 
 
Han hablado los muertos
silenciados otrora.
Bajo las losas pétreas,
bajo los llantos,
han cantado los muertos
censuradas canciones.
Su mermada memoria
no olvidó las palabras
de su triste agonía.
Fueron términos libres.
Fueron frases abiertas
que han escrito en los huesos
su mensaje escondido,
su secreto gritado.
Han cruzado los muertos
una puerta en el tiempo,
un umbral de justicia.
Han mostrado los muertos
su pasado de hielo,
su dolor constreñido.
Fijémonos en ellos,
en la mirada negra
de sus cuencas vacías.
Centrémonos en ellos.
Que ellos nos dirijan
a la paz añorada.
 
 
 
 
 
  ENTREGA
 
 
 
 
  “Cada folículo de mi piel es tuyo,
  cada microcélula cromosómica,
 cada membrana epitelial pactada
 en los adentros del vientre de mi madre,
  cada resto de intersticio inmundo,
 cada aminoácido de mi hemoglobina”.
 
 
 Sonó la voz del venerado artista
  cuando en su esencia ancestral y salvaje,
 ya no era más que verso, voz y entrega,
 y una historia de amor para cantarme.
  Allá en los subterfugios de su mente
 dormía, como niño enamorado,
 la verdadera luz de su existencia ,
 que permitió evadirse del impuesto
 al divo y al arrastre de los tiempos.
 
 
 Perpetrada, la noche, con su juego,
 organizó la fiesta del poeta,
 que ya fue para siempre, carne y sangre.
 
 
 
 
 
 EFEBO DE VIENTO
 
 A Esteban
 
 
 Llegaste atropelladamente hermoso
  como un beso furtivo que se da sin demora,
 sin duda ni pudores.
 No se perdió en las cremalleras de tus vaqueros
 la mano de la ninfa de los bosques.
 La experiencia es más que un grado.
 La lluvia destrozó, como otras veces
 el sueño de la bella Salambó.
  En el libro del tiempo quedó escrito
 el susurro leve en el regazo,
 el derrame lento de los sexos.
 Y quedó en el aire la memoria rosa
 de aquellos que fueron testigos del viento.
 Tan sólo unos pocos supieron la historia
 de tu amor pequeño. 
 
 
  María José Arques Cano 
 
 

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