Apenas está el sol amanecido
apenas si algún rayo de la aurora
entra en la habitación pero ya es hora
y me levanto, aún medio dormido.
Paso al baño, me afeito y luego pido:
¡El desayuno, pronto! Me devora
la prisa. Alguien me habla pero ahora
no le puedo escuchar. Y me despido
de la esposa y los hijos con un beso.
En dos zancadas, bajo la escalera
mientras pienso qué penas o alegrías
voy a encontrar en casa a mi regreso.
Y digo a quien me cruzo por la acera:
¡Buenos días a todos; buenos días!