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Sabed que estoy con vosotros, hasta el fin del mundo

Camilo Valverde Mudarra

España



Solemnidad de la Ascensión del Señor

“En aquel tiempo, los once marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, se postraron; algunos habían dudado hasta entonces.

Acercándose, Jesús les dijo: Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos míos todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28,16-20).

El texto evangélico de hoy se sitúa en Galilea, dato que remite al inicio de la vida pública de Jesús; indica que el comienzo de la Iglesia coincide con el de la actividad de Jesús, con la intención de precisar la unidad indisociable entre Jesús y su Iglesia. Para San Mateo, Galilea es el símbolo del país desilusionado y sin horizontes, al que Jesús trasmite la ilusión y la esperanza y, también la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios, que releva al viejo pueblo judío. Los once constituyen el germen eclesial.

En Galilea, Jesús inicia la realidad duradera de la Iglesia, por contraste con Jerusalén; ambos lugares tienen significado religioso. Jerusalén había dejado de ser el centro del culto y de la religiosidad. Desde ahora el acceso a Dios, el verdadero templo, se halla en la persona de Cristo. Por eso, Mateo los saca de allí y los sitúa donde Jesús había comenzado, en el monte de la gran programación de Jesús. El Templo ha quedado invalidado, con el velo rasgado. Jesucristo es ahora la autoridad y el poder. La plena manifestación de Jesús se da en Galilea.

La Ascensión está ligada a la Pascua. La Resurrección significa que, después de la muerte, continúa viviendo de un modo exacto y pleno; es Dios, que se ha transfigurado a imagen y semejanza del Padre. La Pascua pone el acento en el hecho de que Jesús vive, que está con nosotros. La Ascensión subraya su glorificación. San Pablo, en Ef 1,17-23, lo afirma: "El Padre resucitó a Jesús de entre los muertos y lo sentó a su derecha". Resurrección y Ascensión constituyen un único acontecimiento; el evangelio presenta al Señor de la gloria ejerciendo su soberanía: "Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra".

Literariamente, Lucas, en Hechos, ha configurado la Ascensión visible de Jesús con elementos característicos, propios de narraciones del AT y de la literatura helenística, que relatan raptos y apoteosis. Una página veterotestamentaria típica de narración apoteósica es el relato de Elías arrebatado de la tierra (2 R 2); y una muestra helenística se halla en la narración del historiador romano Tito Livio sobre la subida al cielo de Rómulo, envuelto en una nube durante una revista a sus tropas. Lucas, formado en el helenismo, conocía el esquema literario usual de contar estos arrebatos apoteósicos y se sirvió de él para proclamar el mensaje cristiano; no relata ningún cuento ni ha desfigurado la verdad; únicamente ha condensado en una imagen de gran plasticidad, lo que proclaman todos los escritores del NT: que el Señor resucitado fue asumido en la forma existencial de Dios y está al lado de su Iglesia. Su narración es artísticamente destacada y teológicamente cierta.

"Yo estoy con vosotros... hasta el fin del mundo". Ante la Ascensión del Señor, la fe nos embarga el corazón con hondos sentimientos de tensa despedida, que, inevitablemente, nos trae a la memoria los sentidos versos de Fr. Luis de León: "Y dejas, Pastor santo, tu grey en este valle hondo, oscuro..."; pero esos sentimientos, por más que naturales, difuminan toda tristeza, porque sabemos que es el culmen de su triunfo y glorificación y tenemos su firme promesa de su presencia con nosotros hasta el fin de los siglos. La resurrección no es un hecho histórico, sino que trasciende la historia. La resurrección de Jesús no pertenece al pasado, es perennemente presente y actual. Jesús vive, está vivo, está presente, está con nosotros. La fe cristiana consiste en creer en Jesús Resucitado, que ya no vuelve a morir, que sigue vivo y con nosotros según su promesa. Su resurrección es de una actualidad inmarcesible; nuestra fe descansa en la resurrección, en cuanto que se apoya en que Jesús vive y está presente.

Se me ha dado todo poder... El uso de la voz pasiva es un recurso típico judío de respeto a Dios. La frase tiene un acusado colorido bíblico, en cuyo trasfondo podemos percibir su sentido. Se me ha dado todo poder significa que Dios ha dado la razón a Jesús frente a otras razones. El sentido del término poder no es el de mando, dominio o jurisdicción, sino el de razón y autoridad, el de única referencia autorizada y ratificada. La autoridad no se ejerce, se vive. El poder que Dios ha dado a Jesús expresa autoridad y no potestad. Una autoridad no impuesta, sino aceptada libremente por la inserción en el misterio pascual, mediante la recepción del bautismo y manifestada en el esfuerzo permanente por asimilar sus enseñanzas y cumplir sus exigencias. Autoridad ejercida en el ámbito de un discipulado voluntario y comprometido, perteneciente a todos los pueblos de la tierra, ahora han caído todas las fronteras. Se inaugura el universalismo total. El poder de Dios es creativo y liberador. Para Mateo la resurrección de Jesús supone el reconocimiento por parte de Dios del valor universal de Jesús. Es la formulación de la intencionalidad de Dios. Dios es de y para todos y no de o para unos pocos, por eso, desde ahora todo hombre puede ser su discípulo, antes, sólo un judío podía serlo.

La resurrección de Jesús es un misterio inasequible e increíble desde la lógica humana. Por fortuna, el temor y la duda, no sólo la alegría, fueron vividos intensamente por los más cercanos a Jesús; así "al verlo lo adoraron, aunque algunos aún habían dudado". La resurrección de Jesús introdujo un cambio radical en la relación de sus discípulos con él. Ahora aparece la relación del creyente frente a su Señor. La postración, gesto reservado a la divinidad, indica claramente que los discípulos habían descubierto su condición divina. La duda de algunos es explicable, mientras no se tiene la convicción profunda de la fe no resulta fácil descubrir en Jesús a Dios. Tal vez, cuando se constata la duda, el modelo resulta más humano y atrayente.

"Galileos qué hacéis ahí plantados mirando al cielo". Volved a la ciudad, al trabajo, al día a día, pero siendo sus testigos en todo lugar y hora, aquí y allá, en medios eclesiales y fuera de ellos. Que "la memoria de Jesús" no sea simple nostalgia, sino impulso de seguirlo y llevarlo a los hombres hacia el Reino de Nuestro Padre.

La plena revelación tiene lugar "en el monte que Jesús les había señalado". Mateo menciona el monte únicamente por razón de su simbolismo. El monte es el lugar de la revelación. La revelación de Dios en el AT tuvo lugar en el monte Sinaí. La revelación de Jesús, Nuevo Moisés, tiene lugar también en el monte, el de la transfiguración, en que muestra su naturaleza; el de las bienaventuranzas, en que manifiesta su enseñanza y sus exigencias morales y el de Galilea, donde afirma su autoridad y misión.

San Mateo termina su evangelio, como comenzó. Al principio, anunciaba el nombre de Emmanuel, “Dios con nosotros”, anticipado por el profeta Isaías (Is 1,23). Ahora, asegura que aquella profecía se ha hecho permanente realidad: "Estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo".

Camilo Valverde Mudarra

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