Si el arte de saber vivir consiste en ordenar el colorido de la existencia, Garpe es un artista consumado. No sólo porque nuestro amigo domine la variedad cromática, sino también por el rasgo característico de sus pinceladas, siempre atentas a la captación de los matices vitales.
Garpe, ya digo, sabe pinar la vida a la manera bohemia y utiliza sus acuarelas con la sabiduría de un hindú enclaustrado en su caverna solitaria. ¿Qué mejor pintura que la expresión pagana, cuyos pigmentos restablecen el orden cromático, hoy adulterado por la vanidad y la ambición crematística? ¿Acaso -nos preguntamos a veces- un buen arroz con pata cerece de la gelatina poética, necesaria para que el beso se adhiera a la más almibarada expresión anímica? ¡Claro que no! Porque todo en esta vida, desde el azul mediterráneo hasta la culminación del arroz a banda, tiene valor artístico que cada sensibilidad pueda ofrecer a la variedad manifestada.
César Rubio Aracil