“... Amigos nuevos: yo siento que en la hora de la melancolía, ante la desesperación de los sentidos, simplemente: escribamos nuestras cartas, fecundemos nuestras lágrimas inevitables, edifiquemos una nueva vivienda para el hombre y tendamos a su liberación, que es la de todos nosotros... Tú y yo estaremos uno junto al otro: nuestra melancolía será pan, nuestra tristeza serán semillas germinando, nuestra alegría será fuego... Y habrá una eternidad de primaveras en la que nos volveremos encontrar...”. HORACIO C. ROSSI - (1953-2008) (“Palabras a los amigos nuevos”, 1973 – Desde la Terraza).-

Principio y fin, alfa y omega. Una realidad de círculo que nos abarca, con la forma inexorable de seres vivos –humanos-, creados a imagen y semejanza del Misterio que, algún hombre, inspirado por su ánima sempiterna, llamó Dios (3) ... Un Dios que, bajo el soplo del amor, también un día, como una de sus creaturas, “Imprevistamente/decidió contar (se)... (Poner) sobre la mesa sus pertenencias, y (colgar) su íntima trama de azahares y sal al trasluz” (4). Y se volvió humano. Se cristificó. Y divinizó al hombre. Y lo volvió co-creador, pero en un todo. Todo que llamó: Humanidad. Humanidad en la que, con ese mismo amor, intentó develarse como la Verdad que inventó la vida que, un día, se descubriría a sí misma, compartiendo los sueños del Hacedor de Sueños, y concretando realidades del Hacedor de Realidades... Sí, Dios hizo con su creatura, a la que adoptó como hijo, un pacto. Y ambos convivieron en un Territorio Compartido, donde la Verdad sería para el hombre, como la lluvia: lo mojaría por partes. De ese modo, Dios, como un Sol que emana sin rumores su calor de vida, generoso sobre buenos y malos, buscó la fraterna y solidaria com-partición de los dones y talentos que había sembrado en cada cuerpo insuflado de vida por su soplo beatifico...

Como una Eva dispuesta a la libertad del destierro, para crearle al Creador el supremo concepto del libre albedrío, Zulema Estela Saus se entrega al Todo para todos, “Y reverencio su generosidad de desnudarse” (5). Ese fue el principio. Luego vendría la omega, o el alfa, porque, ¿acaso todo principio no concluye en una meta que da lugar a un nuevo principio? Y sería para Saus, algo así como un guía existencial, aquel hombre sencillo y frágil, mensajero como un Cristo de lo Alto, quien le enseñaría –al igual que Aquél al insuflarle la Fe en su Pasión Redentora- la bondad de compartir territorio (en continente y contenido), con la maravillosa sabiduría de su serenidad puesta a prueba por los hijos de este Mundo; me refiero a ese profeta hindú, contemporáneo, el Mahatma Gandhi, elegido por la autora para cerrar su Libro de la Vida con palabras que, en realidad, son la puerta de entrada por donde –nos atrevemos a inferir- ingresaron los sentimientos, sensaciones y conocimientos que nutrieron –fructíferamente- su ser humano, vuelto buscador de verdades y peregrinos de sueños: “No quiero que mi casa tenga murallas, ni que mis ventanas estén tapiadas. Quiero que las culturas de todas las tierras circulen libremente como sea posible, pero me niego a ser derribado por algunas de ellas”, dijo él. Sí, estoy de acuerdo, respondió ella suspirando: “La vida es la mar donde navegamos el día”. (6)...

Pero, como era de virgo, Saus supo convertir a ese mar salado y tumultuoso en tierra firme –como Jesús el agua en vino en las Bodas de Caná- y esa tierra propia, en gesto creacional; y, ese gesto en génesis, en un hato de papel acuñado por el Maná de la Palabra y ceñido de memoria portadora de recuerdos augustos y melancólicos; para convertir luego esa memoria, vuelta compendio de vivencias hasta transformarlo en un verdadero ensayo sobre su personal intimidad... Aunque las aguas del océano de la nostalgia surcaran su territorio de playas crustáceas y amarillas, y sus pies, despojados de vestido alguno, caminaran “los caminos recorridos con las personas más preciadas” (7) .

Así, el vaso medio lleno de las penas que crucifican al hombre, tomó sustancia y bouquet, “entrelazando” los aspectos afectivos y cerebrales de su Yo, de la mano de otro gran filósofo contemporáneo: Fritjof Capra. Así, el vino aromático de los sabios entró en su sangre y la arrebató en el gozo de superar miedos, en el quiebre justo de una decisión confesional, pues “Tras un tiempo de decadencia (¿o de desierto ocioso?, para algunos; ¿o de reflexión o activa espera?, para otros), llega el punto crucial” (8) . Así, el repaso de los “caminos recorridos” le hicieron comprender que “... la manera en que las distintas partes se integran en el conjunto, es más importante que las partes mismas...” (9) . He ahí, en el descubrimiento de la trascendencia de lo interpersonal, donde Saus asienta la calificación de “Compartido” a su espacio-tiempo de sueños y realidades socializadas, ya como “persona, hija, hermana, esposa, madre, amiga, compañera, docente, abuela. ¡Mujer al fin!” (10) . ¡Ser humano al fin! Con virtudes y limitaciones (esas acritudes donde la ignorancia de los propios límites nos lleva, muchas veces, a vaciar injustamente el vaso de la felicidad, en la “carrera de la vida” (11). Su homenaje a L. Ronald Hubbard, desmenuzando el concepto de “Felicidad”, es, al cabo, una exposición sincera de la humildad que habita el corazón de la autora del libro “Territorios Compartidos”, y también el aserto que cabe a cualquier ser humano: ¿Para qué vives, sino para ser feliz?, si bien consciente de que la propia felicidad “puede volverse tragedia por la deshonestidad y mala conducta de los otros” (12).

Ahora es precisamente Ella (La “Zule”, de Teresa Guzzonato) quien me toma de la mano. Y la aferra con la ansiedad lógica de quien ya ha derramado su alma y busca un cuenco donde contener risas y llantos... También con firmeza; esa firmeza que sería innata a su carácter de mujer guerrera, y con la que me hace Habitante de su Casa sin Murallas... Me abraza, efusiva, y en ese contacto uno ya puede percibir la carga de recuerdos y sentimientos que se escribe en el Pergamino de su Alma justa...

(CONTINUARÁ CON PARTE I/IX)

(1) - Puede que algunos consideren al género autobiográfico como no registrable dentro del universo literario, más poblado de ficciones basadas o no en supuestos realistas. Tal supuesto, quizá, parte de la errónea concepción de confundir la “intencionalidad” que lleva a una persona a desnudarse públicamente en algunas de sus experiencias y anécdotas –materia de disciplinas psico-sociológicas-, con la verdadera función de la crítica o comentario artístico; en este caso, literario. La “intencionalidad” es objeto de la Ciencias Sociales, en tanto que la “crítica artística” apunta a comentar y evaluar el perfil del “cómo se ha dicho lo que se dice”. En otros términos, a los recursos del lenguaje utilizados y a la forma de construcción elegida –códigos semióticos- para transmitir hechos e ideas. Por tanto, no he dudado en calificar al libro de Zulema E. Saus, “Territorios Compartidos”, como una suerte de “crónicas de una intimidad”; las cuales, pueden bien incorporarse –por si hubiera aquellas dudas- dentro de lo que denomino “Historias del Microcosmos”, emparentada en mucho con el periodismo anecdotario –muy en boga actualmente- y su historia de los usos y costumbres de los pueblos. Acudiendo al Maestro Edgardo A. Pesante, consiento sin embargo en que Literatura es la conciencia del hombre y de su devenir, entretejida narrativa o poéticamente desde las entrañas del pasado y del presente, y aún extrapolada (en el género fantástico o de ficción conjetural, por ejemplo) por el Maná de la Palabra. Y, desde esa amplia perspectiva, puedo incluir como género literario a la autobiografía que hoy, con gran placer, intento transformar en una “Crónica de la Cotidianeidad de una “persona”, en singular, para hacer de esa misma “Crónica” una forma literaria de referirse a otra de análoga sustancia y alcances artísticos. Ojalá nos hayamos, aunque más no sea, “aproximado” al objetivo perseguido con estos comentarios sobre el Libro “Territorios Compartidos”, de Zulema E. Saus, que dejo, desde ya, a la justa apreciación de ustedes, estimados lectores.-

(2) - Dice ZULEMA ESTELA SAUS, de sí misma: Empleada pública ayer. Maestra normal, docente en los niveles: Medio, Superior y Universitario. Nació en Santa Fe, un amanecer del 24 de agosto de 1947. Amante por siempre tanto de la Psicología como de la Filosofía; recibió de S.A.R.C.U. (Sociedad Argentina Rusa de Intercambio Cultural) -con jurado nominado por SADE- el 2º Premio en 1986, en el Concurso Nacional de Ensayo: "La Paz"” El mismo fue publicado en la Revista: "Mirada”, de nuestra ciudad (Santa Fe-Argentina). Hoy, comenzando a transitar la 7ma. Década y orillando desde casi 55 años el Parque (del Sur), se atreve a presentar: “TERRITORIOS COMPARTIDOS”.-

(3) - “OTRO SÍ DIGO” (O una necesaria Observación del Autor de la Crónica)”: se aclara que, el doble "enfoque metafísico cristiano y mágico" conferido a esta Crónica Literaria en el contexto de la Literatura de la Imaginación Disciplinada o Ficción Conjetural, es responsabilidad exclusiva de su Autor, Adrián N. Escudero, y no compromete en absoluto a la Autora del libro comentado (la amiga del alma y colega, Zulema E. Saus) ni a sus personales creencias religiosas y tendencias filosóficas (xx).

El Autor de la Crónica “El Reino de la Intimidad...”, aboga expresamente, al igual, que la Autora del libro “Territorios Compartidos”, por “una Casa sin Murallas”; concepto acuñado por el pensamiento del Mahatma Gandhi (Nota 6); por lo que, el Autor hace uso en estos comentarios de su derecho a difundir como cronista, un trabajo realizado con un determinado estilo, bajo la impronta de sus creencias místicas y en el marco de una “determinada” cultura, a fin de no desvirtuar, de ese modo, su enfoque o ficción imaginaria, so pena de caer en la más indigna de las incongruencias.

Asumiendo pues la responsabilidad de sus actos, y sin ánimo de polemizar ni de herir susceptibilidades, el Autor de “El Reino de la Intimidad...” subraya que, confeso cristiano católico, apostólico, romano, y activo practicante de la tolerancia religiosa y humana –siendo esta nota prueba de ello- en los términos del Ecumenismo Religioso predicado, inaugurado y testimoniado –especialmente- en la Iglesia Católica por el Santo Padre, Juan Pablo II, bajo el perfume de Jesucristo, el Ungido de Dios Padre y Redentor del Universo, expresado a sus apóstoles y miembros de su Cuerpo Místico bajo el Mandamiento del Amor en el Espíritu Santo, entiende al respecto que, para ser tal, una “Casa sin Murallas” –como la que aspira el Mahatma Gandhi- debe “comprender a todas las culturas” de la Humanidad; lo cual, por definición, compromete a uno -en cuanto sea útil y necesario- a ser leal a su credo y prestar fidelidad a una doctrina que, como bautizado, lo confirma en la Fe Cristiana.

De lo expuesto, se desprende con claridad que, no puede ni debe
confundirse “tolerancia o ecumenismo religioso” con “apostasía” (al respecto, habrá de inferirse oportunamente del texto abordado el carácter también católico de la autora comentada; la cual, en su particular enfoque y entendimiento de llegar a todo lector con su anecdotario, según ella, sin recalar metafísicamente en ninguna postura, tuvo a bien objetar parcialmente al estilo cronical utilizado por su Autor: en tal sentido, y al no compartirse dicha postura, devienen estas necesarias aclaraciones, tanto por respeto a uno mismo cuanto como por atenta comprensión al pensamiento de la hacedora del libro analizado). (xx)

En ese orden, se afirma que, lejos de todo fundamentalismo y adicto a la Unidad en la Diversidad, en la “Casa del Autor” de esta Crónica (La Botica del Autor), pueden entrar y salir libremente ateos, agnósticos, judíos, musulmanes, budistas y todo hombre de buena voluntad, pero eso no significa que, el Autor, deba deponer por ello –sino compartir-, los valores sustanciales de su Fe, de su parte de la verdad a la que ha adherido conscientemente, y a la que Cristo, Camino y Vida ha llamado, en su Divina Persona, “La Verdad”, con mayúsculas. Verdad cuyos orígenes y alcances resulta anticipada en su predicación, cuando expresara a la samaritana del Pozo: “Ustedes creen en algo que no conocen; nosotros creemos en algo que sí conocemos...”.

¿Y qué significa esto? Que el libre albedrío nos congrega o nos separa, pero no nos amontona. De allí el derecho del Autor de esta Crónica a ser consecuente en los fundamentos de su redacción, con su credo literario y metafísico, y a dotar a su trabajo de la mirada narrativa y evaluativa que haya inferido de las claves significativas del libro analizado, concretada por ende bajo el enfoque imaginario expuesto en estas líneas.-

(4) - Teresa Guzzonato – Poema “A Zule” – A modo de prólogo del libro “Territorios Compartidos”, de Zulema Estela Saus, Edición de la Autora -–Julio 2007.-

(5) - Op. cit.

(6) - Zulema Estela Saus, del libro “Territorios Compartidos” (ob. cit.) – Palabras finales, pág. 105.-

(7) - Ob. cit., pág. 7.

(8) - Cita sobre Fritjof Capra, extractado de “El Punto Crucial”, ob. cit., pág. 7.

(9) - Ob. cit., pág. 7.

(10) - Ob. cit., pág. 8.

(11) - L. Ronald Hubbard, del libro “El Camino de la Felicidad”, pág. 8.

(12) - Op. cit., pág. 9.

ADRIÁN N. ESCUDERO - Otoño 2008 - Del Libro Homenaje "EL REINO DE LOS SUEÑOS (Colección de Crónicas Oníricas) - La Botica del Autor, Santa Fe (Argentina) - Primavera 2003 - Otoño 2008.-