En el zoológico de la Ciudad Mágica, vivÃa toda clase de animales y entre ellos Afarij, una jirafa de apenas dos años.
El lugar que ocupaba ella y toda su familia era bastante espacioso y rodeado de muchos árboles.
A pesar de ser la menor de la familia, se habÃa acostumbrado a ver a las personas acercarse para mirarle y hablarle, por lo que logró aprenderse muchas palabras, las cuales no se atrevÃa a decir por temor a que se burlaran de ella.
Una tarde, notó que habÃa un niño sentado junto a ella, que parecÃa no querÃa irse nunca. Afarij, para ser amable, inclinó su largo cuello hasta que sus pestañas tupidas les permitieron ver al niño.
El pequeño estiró el brazo y tÃmidamente la acarició.
- Me llamo Gaby - dijo en voz bajo.
- Yo soy la jirafa Afarij - dijo ella, y se sorprendió tanto al oÃrse hablar, que estiro el cuello hasta más arriba de la copa de los árboles.
Gaby, ante el brusco movimiento de la jirafa, se asustó y corrió hasta quedar fuera de su alcance, al poco rato, bajó el cuello y buscó ansiosamente.
Cuando estuvieron otra vez frente a frente, el niño dijo:
- Tienes una voz muy bonita.
- Y tú también. - contestó Afarij.
El se echó a reÃr y la jirafa lo miró dulcemente. HabÃa aprendido a hablar, pero aún no sabÃa sonreÃr.
Gaby era el hijo de uno de los cuidadores del zoológico. Desde que conoció a la jirafa, le pidió a su padre que lo llevara cada dÃa a su trabajo.
Asà pasaba horas y horas conversando con Afarij y los dos reÃan alegremente.
Cuando Gaby no podÃa venir, ella estiraba el cuello muy alto, más arriba de las copa de los árboles, cantaba y recitaba en voz baja todo lo que élle habÃa enseñado.
Una tarde, a finales del verano, Gaby se encontró a la jirafa temblando de frÃo.
- ¿Qué tienes? - le preguntó.
- FrÃo - dijo ella, mientras sus delgadas patas se entrechocaban
El niño se quedó pensando un momento y luego entendió.
- ¡Espera! - le gritó, mientras corrÃa a buscar algo con que taparla.
- ¿Puedes ponerte más abajo?
- Sà - y se agachó.
Entonces, Gaby le puso tres frazadas en el lomo y se sacó del bolsillo un pañuelo grande para envolverle el cuello.
El frÃo habÃa llegado. También el momento de ir a la escuela. Asà que le explicó a Afarij que sólo podÃa venir a verla los domingos. Ella comprendió y lo miró dulcemente.
Hacia cuatros dÃa que Afarij no podÃa comer ni una hoja, ni una hierba. Le dolÃa la garganta, los de las ramas de los árboles los tocaba con la cabeza, y los pobres animales sufrÃan junto a la jirafa, sin cerrar los ojos hasta la madrugada. ¿A qué se debÃa esa intranquilidad de Afarij, todos se preguntaban, hasta cuándo estarÃa asÃ? Al fin, el elefante decidió traer a un mono inteligente, que tenÃa fama de ser buen médico.
Para ver la garganta de la jirafa tuvo que trepar a la copa del árbol más alto, después del examen, se rascó la nuca y dijo:
- ¡Qué garganta! Nunca vi una tan larga. Para que el tratamiento surta efecto hay que mantenerle el cuello tapado.
Todos los animales se prestaron para confeccionar la bufanda. Unos consiguieron las agujas, otros la lana, solo faltaba quién la tejiera. Hasta que entre todos decidieron que fuera el canguro. Le puso tanto empeño, que al final resultó muy larga.
El mono y el elefante enrollaron el cuello de la jirafa con la bufanda que cubrió hasta el cuerpo de la enferma.
Al otro dÃa, el mono hizo sentar a la jirafa al sol, para que se calentara bien. A partir de entonces empezó a sanar.
Gaby se levantó temprano con deseos de visitar al zoológico, hacÃa cinco dÃas que no veÃa a Afarij, y se preguntaba: ¿Cómo le habrá ido en estos dÃas? Al llegar notó que no se encontraba donde siempre lo esperaba, por un momento pensó que lo habÃa olvidado, pero rápidamente alejó esos malos pensamientos y comenzó a buscarla con la vista. ¡Qué alegrÃa recibió al verla comiendo de los marabúes! Hasta que la llamó. Afarij, al oÃr su nombre paró las orejas y buscó de donde procedÃa la voz. Al ver al niño echó a correr hasta encontrarse con él y le dijo:
-¡Oh, Gaby, cuánto te he extrañado! A pesar de tus primeros cuidados, he estado enferma y gracias a otros animales, me siento mejor.
- Yo también te he extrañado mucho, pero como tú sabes comencé la escuela.
En realidad habÃan sido dÃas angustiosos para ambos
Pronto Gaby tuvo que irse. Se despidió de Afarij, pero no para siempre, pues habÃa encontrado una nueva amiga.