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EL PAPEL DEL ARTE EN LA REIVINDICACIÓN HUMANISTA

Por César Rubio Aracil

César Rubio Aracil

ESPAÑA



Acabo de leer el largo escrito (no sé si llamarlo manifiesto) que nos ha enviado amablemente Fernando Vargas.

En muchos aspectos del documento, estoy de acuerdo. Pero, en síntesis, aprecio en Fernando y en quienes avalan esta declaración de intenciones, el deseo vehemente de querer transformar la sociedad mundial de una manera expeditiva.
La aspiración de un cambio universal de la conciencia humana la tenemos todos los que estamos comprometidos en favor del humanismo. Sin embargo, lo difícil es que el individuo llegue a convencerse por sí mismo de que la Globalización, la tecnología como efecto de la ciencia aplicada y, por derivación, el consumismo y otros serios obstáculos puestos en el camino del hombre por las minorías dirigentes, sólo pueden ser superados por la puesta en práctica de aquello que dijo Krisnhamurti de que la auténtica revolución es la individual: el autoconvencimiento y la comprensión.

Seguir consignas no conduce a nada positivo. No obstante, lo que no debemos hacer es anclarnos en el Nuevo Orden y bendecirlo, como muchas personas hacen, sino dar ejemplo a los demás con una conducta acorde con nuestras propias ideas. Hablar de positivismo sin ser capaces de comprender que la vida es dual, sin asumir la realidad de que la parte oscura del ser nos pertenece por igual que la luz que nos alumbra, es avanzar paso a paso hacia nuestra propia desintegración.
Yo debo reconciliarme con mi maldad, lo que no significa aliarme con ella. Y una vez conseguido el estar a bien con mis demonios, se acabó la opresión del mal; pero si los niego, ahí estarán ellos reivindicando su parcela.

En cuanto al arte, ya sabemos que siempre ha estado condicionado por las tendencias, sean religiosas, políticas o sociales. Para ser libre en la práctica artística se ha de ser valiente. Hay que aceptar el rechazo y soportar la penuria económica y el desprecio. Escribir lo que a cada cual le parezca, o pintar o tallar el mármol a su antojo, puede significar no vender. ¿Lo aceptamos?
Y, sin embargo, el arte es una expresión que cala en las masas aunque no lo creamos. Naturalmente, a través de las expresiones
literarias, musicales o pictóricas, nos van también modelando quienes tienen como meta humana el enriquecimiento material.
Lo crematístico prevalece.

Claro, hablar como yo lo estoy haciendo ahora mismo, sin ofrecer una alternativa, es vano. Pero no tengo hoy por hoy otra opción que la de luchar por mi propia transformación en primer lugar. Y después, tratar de orientar a quien me pida ayuda.
No creo en la revolución de las masas, sino en la de cada individuo, cosa que cuesta mucho esfuerzo.
¿De qué me vale leer a Nietzche o a Krishnamurti, si no soy capaz de llevar a cabo lo que me ha motivado?
Como muchas personas, me he visto embarcado en luchas políticas, sindicales, religiosas... y amorosas. La experiencia me ha demostrado que el derroche de mis energías sólo ha servido para que otros, más listos que yo, hayan prosperado.
Únicamente en el terreno del amor he salido victorioso. He comprendido que la tradicional forma de amar de la pareja está impulsada por el sexo. La Naturaleza es tan sabia que nos priva de la libertad de ser nosotros mismos, porque quien manda es el sexo, no la inteligencia. Con tal de conseguir la perpetuidad de las especies, Natura nos fastidia a cada momento.
He sufrido mucho en el espacio amoroso; pero ahora, liberado de las tiránicas demandas sexuales -por comprensión, que no por vejez (aún puedo dar algún que otro salto mortal)-, me siento dueño de mí mismo en el denso espacio de la irracionalidad del amor.

Para conseguir la revolución por la que claman algunas personas -muchas-, hay que comenzar a comprender que nunca seremos auténticamente libres, si no somos capaces de aprovechar la poca libertad que nos es dada.
¿Para qué aspirar a más libertad cuando la poca que tenemos la malgastamos?
Ahora bien, estoy dispuesto, eso sí, a batallar por mi propia dignidad. Si alguien pretende mancillarla, más vale que me mate; porque si me deja libre la lengua, ya va arreglado. Ése es mi único tesoro.
¿No nos damos cuenta de que la revolución social nace del hambre y de la miseria? Cuando la propia familia se conforma con la explotación que sufre, a cambio de que se le permita tener un televisor, un campo de fútbol donde dar puntapiés a un balón y vomitar sus enojos, y aplaude al Papa, a Bush y a cualquier jerarca, ¿en qué revolución estamos pensando?

Que cada cual dé su opinión.
Éste es un foro que goza de la relativa libertad que nosotros le concedemos. Respetémoslo y sigamos comunicándonos. Algo positivo alcanzaremos con ello. Por lo pronto, el escrito que acabo de leer, me ha
hecho pensar. Gracias.

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