LUSITANA.
Me despierto esperando que alguna idea sobreviva del sueño, y es recurrente tu imagen, que se mantiene detrás de alguna cortina, ocultándote de mÃ, o de los demás, pienso que de mÃ, claro es mi sueño. Quizás el estado ideal del sueño es que tú también sueñes lo mismo que yo, serÃa un sueño compartido, pero como el soñar es un acto totalmente individual, te pido permiso para describirte mis sueños.
Te veo y te presiento en un barco, en un barco de velas, tú con un pañuelo en la cabeza, cocinando sobre la cubierta, tú enamorada, lejana, yo mirándote desde mi boya de marinero, tú alisas el pescado, yo te miro las manos y las escamas se confunden con tu voz de sirena. Otra vez la familia a tu alrededor, otra vez niños que corren y tu das de comer. Yo no te miro, ahora eres tú la que detiene la vista en una ola, y seguro que piensas en ostras y vieras, en hortalizas y ajos, en aceite de oliva, en vinagre. Y yo pienso en mi hambre, en mi tocino magro, en el agua salobre que al tomar y mirarte me sabe dulce.
Y yo te miro en mi sueño, triste son tus ojos tristes, tristes son mis manos.
Ahora dejas el barco, ahora me puedo ahogar sin verte cocinar en la cubierta. Ahora te sueño despierto y una lluvia nocturna se detiene sobre tu cabello. Algo de virgen tienes. Continúa lloviendo mientras te pienso como en un sueño.
Señora del mar azul enséñeme a acariciar el pescado, devéleme la combinación del alquimista que sus manos tienen para comer con usted las hierbas que acaricias, desnúdame tus manos, levántalas con la palma hacia mÃ, déjalas llover, para que tus manos ahora huelan a jardÃn en lluvia.
Hemos llegado a tierra.
CARLOS REYES LIMA
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