Como ciudadano español, me avergüenzo de estar representado ante el mundo por el señor Aznar. Como persona, siento verdadera angustia de quedar sometido -por imperativos del sufragio universal- a los dictados de un gobierno presidido por un autócrata que, valiéndose de la apatía del pueblo que dirige, de los sofismas, del apoyo de cierta prensa partidista, de la Iglesia, de los banqueros y, en definitiva, del poder fáctico, hace y deshace a su antojo sin tener en cuenta el espíritu constitucional ni, en ocasiones, la letra impresa que debería obligar a todos los españoles a su acatamiento.

Decidir tomar parte en una guerra cualquiera, sea conveniente para la nación, o injusta como en el caso del conflicto iraquí, precisa, cuanto menos, del apoyo parlamentario. Ayudar descaradamente a la Iglesia, cuando en nuestra Constitución se contempla la aconfesionalidad del Estado, significa una burla al poder soberano del país gobernado. Y alinearse con la política económica y belicista del imperialismo yanqui, en contra de la
Comunidad Europea, demuestra de manera inequívoca las intenciones de un presidente servil, de un títere al servicio de Bush, encumbrado en la cúspide de la ceguera por mor del poderoso, destructor, misil. ¡Y aún queremos compararnos a Francia! ¡Ja! Francia, con un par, hizo su gran Revolución, que benefició a los corderos del mundo. Y Francia, en el Mayo
del 68, demostró tener otro par. El par que le falta a don Aznarín para mandar a la ... porra a su homólogo, el cínico beato, mandamás de los EE.UU., Bush.

¿Y qué decir de la enseñanza en nuestro país? ¿Adónde, en qué lugar han quedado las Humanidades como disciplina académica en favor del crecimiento espiritual, ético, estético y cultural de los españoles? ¿En qué espacio de los Presupuestos figuran las partidas económicas en beneficio de la investigación científica? ¿Dónde la mejora de la sanidad, en evitación de que mueran al año miles de ciudadanos en espera de que les toque el turno de
la intervención quirúrgica? Sin embargo, el capítulo de gastos armamentísticos no puede reducirse, sino que, año tras año, se aumenta para la defensa ¿de quiénes? De los poderosos señores de la guerra, de los magnates que nos venden armas inservibles para acrecentar sus rebosantes arcas, de los satanases que explotan hasta el suplicio a sus inocentes
víctimas del Cono Sur. ¡Ay, Aznarín Aznarín!, alma receptiva para acunar la transmigración del espíritu de Franco, tu antecesor. ¡Cuánto me duele que me presidas! Pero a ti ¿qué más te da que un comunista trate de ofenderte con sus verdades? Si, precisamente, para desahogar tu rabia por la victoria de la coalición de izquierdas catalana reciente, manifestaste que el PSOE y los nacionalistas de Cataluña se habían unido a nosotros, los comunistas, ya ves, que tenemos, por naturaleza, rabo y cuernos. ¡Ay, si yo pudiese darte
una cornada donde me gustaría clavarte un pitón!