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LA FIESTA DEL UNO DE MAYO

Camilo Valverde Mudarra

España



Se ha transformado en un evento vacío e insulso, inmerso en un tinglado oficialista

El 1 de Mayo, fiesta de S. José Obrero, se ha institucionalizado como el Día de los Trabajadores, que se manifiestan contra la teórica explotación capitalista. Algo que se podía entender en el pasado y que hoy es una antigualla, un objetivo desfasado.

El 1º de Mayo, en efecto, se ha transformado en un evento vacío e insulso, inmerso en un tinglado oficialista, que se zafa de la realidad; en lugar de atacar al Gobierno Socialista que llega a este Mayo con cuatro millones y medio de parados y va hacia los seis, critican al PP y amenazan a la CEOE con la huelga general; esto ya no interesa; en todo caso, sólo salen a la calle y jalean los liberados sindicales y sus allegados, para ocultar que viven sin trabajar, para camuflar curiosamente, que ellos, los que no trabajan son los que celebran el día del trabajador.

La manifestación sindical de este 1 de Mayo se ha prestado a defender cariñosamente el inadecuado formulario socialista aplicado a la superación de la crisis: el derroche y el gasto, aumento del déficit y la eludida reforma laboral. En la crisis económica que padece España, la afectividad radical del PSOE les ha concedido un culto y favor desmesurados. Zapatero, en su indolente cerrazón, rehúsa acometer la insoslayable reforma laboral, por miedo a romper el falso idilio con los sindicatos, que agradecidos le mantienen en buena parte la "paz social".

No les preocupa que sean los propios trabajadores con sus impuestos los que sufraguen los enormes despilfarros de esta larga casta de políticos; ni que se llegue a asfixiar a las empresas hasta el agotamiento de sus actividades y el despido de la plantilla; ni que la clase obrera, que tanto dicen defender, sea, en buena medida, propietaria de las compañías a las que pretenden expoliar; ni, en definitiva, que su desleal postura destruya por todos los costados, la estabilidad financiera del proletariado. Los proletarios, con sus ahorros, se han forjado su patrimonio, compuesto de piso, tierras o acciones de compañías privadas, accediendo así a la propiedad de los "medios de producción" y al área del capital, de modo que hoy en el s. XXI, es muy difícil clasificar el mundo del trabajo y poder determinar, si un trabajador autónomo es un patrón explotador o un asalariado sometido. De hecho, las diferencias entre las "clases sociales" ya no son tan patentes como pretende hacer ver la izquierda.

Estas salidas callejeras de mayo han perdido su carácter y fundamento; se han quedado sin su irreal discurso ideológico; en su arrobamiento izquierdista con ZP, llevados por el sentimentalismo y la demagogia, no atienden ni abordan el debate económico ni la penuria de muchos caídos en la pobreza. Esta gente, acomodada en sus buenos sueldos y subvenciones, en medio de la ruina del empleo y la recesión, entonan el clásico “ande yo caliente” mientras distorsionan su discurso. Sólo así, rebuscando argumentos y rehuyendo la reflexión sobre la crisis y el paro galopantes, para no herir al Ejecutivo, han llegado a convertir el Día del Trabajo en un acto mitinero de viso electoral, para apuntalar a sus benefactores del Gobierno, que ha logrado la cifra más alta de paro producido en la historia de España.

C. Mudarra

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