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EL MAGO Y EL CAZADOR

Adrián N. Escudero



A mis hijos que han crecido; en especial a los nietos que me dieron: Nicolás Alejandro, Sofía, Facundo Gabriel y Milagros Belén, los dueños del mañana y de toda fantasía...

En especial, a todos los Iusionistas del Mundo; y, en particuar, al Ángel de la Magia, las Iusiones y los Ensueños, Prof. María Guadalupe Allassia, con amor y admiración innegociables...

1

Ahora les veo cómo pueden robarnos, ya adultos, las ilusiones de niños.

Porque era sábado (sí, ayer fue sábado, y llovía tímidamente), y, de pronto, el Mago estuvo ahí.

“Ahora habría sol”, le dijo un pensamiento o un susurro con que su alma de niño añoraba la vigencia del Misterio en todas las cosas creadas, y creía posible en ellas, con la impecable ingenuidad de la pureza, las esencias de verdad, belleza y bondad.

Sin embargo, una particular circunstancia le impediría verlo entrar a la función para admirar su arte y la elegante habilidad de una corte filial (los hijos del Mago) vestida de ilusiones azules (como los cielos sin húmedas prisiones) y de verde-oro (como las praderas que el sol puede transformar en doradas: porque el mago y su familia de magos eran eso, precisamente: una pradera de libertad e imaginación que el sol bañaba con un hechizo sin horizontes, de esos que, según algunos, ya no existen...).

Claro, llegaría después. Pero justo a tiempo para...

Y si bien no lo vería entrar al Teatro Escolar y gozar de su espectáculo, sí podría imaginarlo en su espeluznante ingreso a aquella escuela de barrio convertida en Reino de Dragones, Delfos y Unicornios...

Un Reino que existiría, si no para él, para sus hijos, quienes, por lo demás, serían los legítimos postulantes a invocar el derecho de herencia sobre la Fuente de la Fantasía, que burbujeaba en el centro mismo del mágico escenario montado en el salón de usos múltiples del establecimiento primario aquel...

Un Reino del que podrían ser parte, a poco que lograra rescatarlos de un frenético cumpleaños de mediodía al que habían sido invitados y celebrado en un rincón costanero de la ciudad, aún bajo el canto de la lluvia, bajo la exquisita modorra de una siesta ahumada por el sabor de la carne asada y de unos sabrosos chorizos caseros; tarde gris salpicada de fútbol y barro gelatinoso pegoteado a la ropa, rostros y piernas de aquellos vivaces cuerpecitos que, a la vista del lago del sur y del discreto cloqueo de sus madres cuidadoras, mezclaban sus gritos de gol con chismes de pasillo y vereda, y voces varoniles de chanzas, política y vino, volviendo chispeante a aquel encuentro de padres amigos de hijos amigos…

2

Ahora, entonces, le escucho razonar: “Once y treinta, y el trabajo en la Universidad... listo”.

Doce del sábado (“... bendito sea”), y le observo en busca de la familia para comprar el regalo que falta (eso sí; a la librería predilecta, porque aunque sea un slogan, el mejor regalo sigue siendo para él un buen libro, es decir, un buen tesoro de sueños, ideas e ideales)...

Doce y treinta, y a embarcar a dos de los cuatro críos que tiene (hablo de Diego –10- y Alejandro –9-, porque Sebastián –6- y Rocío –4- son más pequeños), a la explosiva aventura de un evento familiar a festejarse en el Club del Lago, junto a la cómplice amabilidad de la pareja amiga que se apresta a sufrir, con el mejor de los ánimos posibles que estos tiempos difíciles le permiten a uno todavía, la alegría de su vástago homenajeado y en sexto año ya de “la primaria”.

Trece horas, y el regreso a casa con Rocío (la “nena”, con un nuevo par de medias) y Sebastián Ignacio (como vieron, el más chico de los tres varones). Y a cocinar mamá para los que nos quedamos en casa. Que Diego y Alejandro ya fueron bien ubicados frente al asador y bajo techo.

Trece y treinta, y el ahora reducido clan, devora su almuerzo con sorpresa ante el silencio infrecuente que supone -para los papis- la breve ausencia de los hermanos mayores. Todo es distinto, ¿verdad Seba? ¿Qué se siente siendo Rey en este día?. Solo, solito y solo. Con todo un papá y una mamá para usted.

Catorce y quince, y ella arregla la cocina, mientras él controla el auto (autito); ah, y Sebastián estrena sus primeras risas del día por TV Philco con el genial Lewis (Jerry, claro)...

Sí, y ahora..., casi las tres de aquella tarde destemplada, nacida de una mohína madrugada, llorona y resignada.

Las damas, a retocarse. Los muchachos, a prepararse también. Llegó el momento de rescatar a los mayorcitos, y, todos juntos, ir a ver a Don Mago. Don Mago... Pero qué digo, a esa... ¡constelación de magos! Será grandioso. ¡Don Mago, pero multiplicado!

Sólo que... tampoco hoy podrá tomar la siesta (tan esperada durante la eléctrica semana) y hacer (más tranquilo) un balance con su amor de siempre uno (porque es feliz con los frutos y la realidad de eso que llaman familia). Sí, tendrá que soslayar una vez más su cansancio adelantado, porque apenas sobrepasa los treinta y cinco años de edad... (Todo por ellos, escucha que decirse...).

Pero... ¡rápido! Hay que apurarse. Antes de recoger a Diego y a Alejandro del cumpleaños, debe llevarla precisamente una hora antes a la escuela, porque su esposa es miembro de la comisión que organiza allí, para las cuatro y media, la función de Chin-Chu-Lín, o Fu-Man-Chú, o Chang-Fú, o como se llame Don Mago y su Doña Constelación de Magos (porque lo importante de un mago es serlo), y debe terminar aún con ciertos detalles de la organización: que las mesas y los dulces, que las tortas y las naranjas, que las sillas y las luces, que la seguridad y el orden de la bandada de risas y estrépitos que tomará posesión del Misterio para que el Mago sea posible; y, con él, su magia sin ayer...

Ya está. Susana en la escuela. "Te dejo a Rocío, pero me llevo a Sebastián para que me acompañe", avisa. “Ah, tomá los paragüas. No creo que me hagan falta, Vuelvo rápido”.

Y allá parte: tres y media. Ha sido puntual. Sonríe. Sí, los chicos llegarán a tiempo para la función...

Hora dieciseis (bah, las cuatro).

El amiguito festejado saluda. Ellos se apresuran. Ve a papá increparlos enérgicamente para que tomen en serio el cambio de ropas y el lavado improvisado de caras y manos en el mismo Club, para no volver a hacerlo en casa. No se puede perder tiempo. Todo ha sido bien calculado.

Listos. Ya están dentro (del auto).

3

Ahora les mira los rostros enrojecidos por las travesuras y los juegos, y les vuelve a sonreír.

Es que ellos son los dueños de la fantasía. Y le dejan a uno el sol en el alma aunque afuera esté gris y frío, y el cielo amenace desde aquellas nubes turbias con apagar su luz...

"¡Porque la magia es eterna!", susurra callada y serenamente. "Pero, ¡pronto!, o al final no llegaremos a tiempo para ver al Mago". Al Mago y a su corte de ilusiones; de ilusiones azules y verdes y doradas. Y es cierto: han logrado imaginarlo.

Súbitamente, los cielos turbios bajan a tierra. Y su amenaza se cumple.

Sólo los niños no se percatan. Contra ellos nada podrán las acechanzas del Señor de los Problemas; en ellos la magia surtirá siempre efecto (hasta que crezcan, claro; se trata de una ley angelical).

Primero: un detalle. “Sebastián, Sebastián: ¡¿qué ha hecho mi hijo?!”, exclama de pronto papá. Nada grave. Ha bajado una ventanilla del auto que tiene la cremallera rota, pero llovizna, y sabemos que hace frío también. "Bueno, no importa, Sebita –le dice con cariño-. Cuando lleguemos a la escuela de tus hermanos, yo me encargo. Ustedes entran y yo desarmo el tapizado de la puerta, levanto el vidrio de nuevo, y ya está. En un ratito estamos todos juntos con el Mago... No llorés. Ya pasó". Sí, él también podrá ver al Mago. Hará entrar primero a los pibes, dirá al tiquetero que luego va él, y listo. "Seguro", le veo alentarse sacudiendo la cabeza.

Entonces, el cielo turbio se desliza y le escucho anunciar con voz de trueno: "Que, a partir de la fecha de la presente Ordenanza Municipal, los días sábados después del mediodía, se estacione excepcionalmente a la izquierda para permitir la limpieza semanal de la cuneta del cordón opuesto.(...) Regístrese, publíquese y archívese".

Y llovizna nuevamente. Y ha llovido antes. Y volverá a llover. ¡Si casi se le cae el cielo a uno en la cabeza!

Porque, cuando llega él dando un suspiro de triunfo ante la misión cumplida... allí está: todo ocupado.

Segundo, pues: esa larga y elocuente dignidad de automóviles correctamente estacionados a la izquierda y atento a la nueva reglamentación municipal sancionada, para que las máquinas de limpieza puedan cumplir su cometido, ¡aunque llueva! Y conforme lo estipulado, excepcionalmente, por el Señor Alcalde de los Problemas Ciudadanos (o señor Intendente Municipal, si lo prefiere). “Sobre todo -fundamentará éste-, si se trata de un día de lluvia; porque, de este modo, las alcantarillas quedarán libres de toda suciedad que pueda obturarlas” (o taparlas, ¿se entiende?), y el agua de la calle correrá mansa por los secretos canales hundidos en la tierra, depositándola en el río.

Pero también, el ¿desobediente? acto de cuatro o cinco coches ubicados en la diaria pero usual mano derecha de la cuadra por donde se ingresa a la escuela, y que estarán allí sólo un par de horas no más, porque hubo que proteger a los chicos de la lluvia y del resfrío, y no decepcionarlos con una llegada a destiempo a la función que tanto esperan y de cuya tardanza no son culpables; porque es hermoso ver desde su comienzo la irrupción de la magia en el escenario, y no a los tumbos y tropezando como cuando uno llega a un cine y la película ya comenzó; y porque, en definitiva, todo el mundo sabe en el barrio que el colegio está de fiesta y que bien podría hacerse, sin la burocrática(1)autorización de estilo, un lugar al sentido común(2), al criterio evangélico de que “el sábado fue hecho para el hombre” y no al revés... (porque, si es del caso, ¿no llueve igualmente -y de hecho llueve y lloverá- de domingo a viernes?).

Y este día, esta tarde de sábado, Don Mago debía ser la excepción a considerar y no una ocasional Ordenanza Municipal (al poco tiempo derogada por poco práctica) para bautizar las benditas cunetas de nuestra bendita ciudad cordial, cuyos problemas fundamentales van más allá de la eficacia de una barredora callejera...

4

Ahora el sudor comenzará a empaparlo más que esa lluvia fría y fina, que cae y no cesa de caer...

Y no hay más remedio. “¿Empezó, papá?”. “No, querido”. Pero, rápido. Rápido. Eso es. “Sí, tome. Son dos entradas. Ya vuelvo ¿sabe?; tengo un problemita con el auto, en seguida estoy por acá. Gracias. Fernando buscá a tu madre y cuidá a estos dos, por favor...”.

Y la puerta se cierra. La luz del misterio que ha visto encendida en el fondo de aquella cueva bulliciosa, lo ha impactado. Le sudan las manos cuando toma el destornillador y se apresta a componer la inoportuna ventanilla rota debajo de la lluvia fría y fina que lo moja y lo moja...

Pero debe hacerlo. Una cuestión obvia de seguridad en defensa de lo propio, ante tanta desesperación social desatada por el Príncipe de este mundo, en el mundo, lo lleva a ser cuidadoso con su remozado Fiat 600.

Mas, así como detrás del misterio de la inocencia y del incitante candil de un escenario, la magia oculta sus encantos y aparece de pronto para sorprender de poesía a nuestra alma; así, detrás de aquellos cielos grises, un Cazador -al acecho- se escondía...

"No se puede estacionar aquí, señor. Está usted en infracción. Tiene que retirarse y ubicar el coche donde corresponde", le dice el inspector encapotado y boleta en mano.

El Cazador conoce su oficio. Y lo disfruta. Va en busca de su recompensa.

Y para él, el susto ha sido mayúsculo. La sorpresiva aparición del funcionario municipal lo desconcierta y abruma: "Sí, sí. "Disculpe, ¿vio? Un arreglito y listo. Ya está, ¿ve? No hay cuidado. Aunque, sabe inspector, la escuelita está de fiesta hoy. Hay un Mago; y justo se me rompe esta porquería...".

"¿Un Mago?", pregunta el Cazador.

"Sí. Un Mago. Y la gente trajo a todos sus chicos. Y como el tiempo está tan feo, bueno... Creo que podría hacerse una excepción por esta vez y dejar que uno estacione donde haya lugar, ¿no le parece? Digo, inspector, ¿no le parece?. No hay ya lugares para estacionar mejor. ¿Comprende? Y el clima no acompaña. Es por un rato nomás, ¿no le parece?", repite sin darse cuenta convulsionado por los nervios.

"Disculpe, señor. Pero las reglas son claras al respecto. Usted no puede estacionar aquí. Deberá correr el coche y reparar su ventanilla en otro lado. Tampoco aquellos coches de la derecha han estacionado como corresponden. Así que, lo siento... Pero, si no se mueve, deberé proceder a confeccionarle la boleta...".

Claro, el Cazador conoce su oficio, y sabe que no puede haber piedad en él, a riesgo de perder respeto por su estilo y profesión.

"Pero, entienda inspector: le dije que hay un Mago. Un Mago. ¿Hace cuánto que no ve un Mago usted? Además, las máquinas de la empresa contratista no van a pasar hoy. Con esta lluvia. ¿O sí? No me va a decir que si... Si no pasan los fines de semana cuando les corresponde, menos hoy...".

"Señor, si no se retira, tendré que hacerle la boleta".

"Sí, sí" (ahora el sudor lo ahoga, y la lluvia fría y fina también). Pero yo me acuerdo que antes, en los días de lluvia, ustedes eran más flexibles... Había ciertos inconvenientes que tenían en cuenta y... Está bien. Ya voy. Ya voy. Por algo dicen que la ley es la ley... ¿Pero a qué ley se refieren, viejo? Seguro que a la del sentido común no; porque una regla que no atiende al sentido común será legal pero no legítima..." -aunque veo que a usted eso ni le importa ni le interesa comprender, murmura; y pone en marcha el coche y maniobra hasta buscar en otras cuadras un lugar donde estacionar...

“¡Que ni un paraguas me quedó! Y bueno, por una vez que me haga “sopa”... Paciencia, soldado. Todo pasa. Sí, todo pasa...

Y por el espejito retrovisor observa, al alejarse, como el temido cazador cumple su oficio con prestancia e irónica delicadeza; eso sí, ¡contra una vieja y alargada camioneta que está junto a su coche, y luego contra otro y otro y otro vehículo más...!

"No tienen criterio", razona. "¡Con este día, y sabiendo que hay fiesta en la escuela!", se queja. "Parece increíble", concluye. "¡El reglamento por el reglamento!", explota. "¡Y la comisión! ¡Cómo sea y cuando sea!", protesta, mientras intuye a la trampa tecnocrática(3) (tejida por la araña del progreso) devorando a otra de sus víctimas...

5

Ahora les ve como pájaros sedientos de luz, mojados de rocío por la lluvia fría y fina que cae y cae, sin imaginar lo que sucederá con alguno de sus padres...

Después es parte de la cueva bulliciosa, oscura en sus butacas y encendida en su tarima.

Oscura en el siseante hormigueo de pequeñas cabezas que aparecen y desaparecen, y ondulan y ondulan en un mar de vivas criaturas que se agitan y chillan y ríen y festejan.... al Mago.

Y luminosa o encendida, en el exacto punto donde aquella esfera imantada (con estocadas de brillos intermitentes), recorre el espacio invisible seducida por las manos del Demiurgo, y gira y gira frente a sus ojos rojos, y vuela y vuela con su increíble viaje de mundo diminuto que rota ante todos los demás ojos de insectos azorados, hechizados por aquellas mismas manos que hace de aquellos tantos ojos otros tantos pequeños mundos que viajan y vuelan, vuelan y viajan detrás de la esfera mágica que el Mago domina hasta encerrar su vuelo en una caja china grande y florida de donde ha salido para nunca más volver a aparecer...

Los aplausos irrumpen tras el delirio ingenuo que estremece el recinto, mientras la esfera de cristal que el Mago ha hecho volar con sus dedos vacíos, desaparece de la vista. ¡Así!

Li-Li, una de las hijas magas del Mago, surge entonces sobre el escenario revelando su gracilidad de niña ejercitada en el oficio de presentadora; y, con voz dulce y melodiosa, da por terminada la Primera Parte de la función.

De inmediato, la luz se enciende a pleno en el denso recinto, y él descubre a su mujer acorralada por niños felices, transfigurados por el cercano recuerdo de Too-Ling, el hijo mayor mago del Mago, y de Pih-Kin (hijo) y Pon-I (hija), pequeños magos del Mago, que, en sucesivas y rápidas apariciones han abierto cajas de entre cajas y extraído flores y pañuelos y palomas, liberándose incluso velozmente de aterradoras cadenas de prisión y haciendo realidad todas esas cosas que, el ilusionismo, viene inventando desde remotas épocas en beneficio de la imaginación infantil...

Sólo que...

El portón de entrada se abre y uno de los papás que lo custodia mientras protege a los más díscolos escapados brevemente afuera, dice: "¡Huy! ¡Le pusieron una boleta al Mago! ¡A la camioneta del Mago!"

Los mayores que alcanzan a escuchar el mensaje por entre el incesante remolino de niños masticando masitas y bebiendo naranjas y entrechocando sillas, yendo y viniendo del baño a la sala y de la sala al mostrador (de dulces), y de éste a su silla, y de su silla a la del compañero recién descubierto, (los mayores) giran sus cabezas y se dirigen al papá que dio el grito y le preguntan qué pasa, y éste les repite que, a Don Mago, un inspector municipal que rondaba como un fantasma encapuchado bajo el agua, le ha hecho la boleta tal vez por haberse estacionado a la derecha en un día sábado, y todos se preguntan cómo, con ese tiempo, esta gente, pero qué barbaridad, que no tienen criterio, que con este día, ¿pero, adónde quieren que estacionemos?, con los chicos y todo eso, y que es una fiesta y que parece a propósito nomás... Y alguien que sale y ve al inspector y lo increpa y le pide explicaciones; pero la ley es la ley...

Sin embargo: oh, sorpresa. La motocicleta detenida del inspector estacionada también... ¡a la derecha..! Pero... ¡¿Y el ejemplo?! ¡¿Y por qué usted sí y el Mago no?! Y el pedido de explicaciones otra vez, y el inspector que corre, y que trepa raudo en su vehículo negro y ruidoso y que escapa, cómplice del deber..., pero que no se sabe si de vergüenza ante la injusticia obrada o porque hay que llegar pronto a otra escuela donde encontrar a un despistado Mago para ponerle una boleta...

Al final (porque toda historia la tiene), el Mago (Don Mago) y su familia de magos, sonríe. No dejan de hacerlo ante la comisión de madres y de padres y de tíos que se ofrece a solucionar lo ocurrido, a intervenir ante el Juez que sea para lograr la comprensión del Tribunal de Faltas de esta ciudad ya no tan cordial aunque sí, eternamente lluviosa...

Pero tienen la sonrisa triste. Los Magos tienen la sonrisa triste. No obstante, ellos son los dueños de la fantasía. "Como mis hijos", piensa él.

"¡Je!", exclama un papá; y los demás atienden: "Se aprovecharon porque el Mago estaba ocupado gastando toda la magia con nosotros. Sino... ¡abracadabra!, y ¡adiós Cazador encapuchado!"

Y todos ríen y alguno hasta ensaya una sonora carcajada... Pero lo hacen con la misma sonrisa triste del mago. Sin embargo, sonríen. Porque también ellos, los papás, son los dueños de la fantasía... La que el Mago supo darles junto a sus hijos, aquella tarde de sábado inclemente, antes de que alguien le robara algo así como las palomas de una cajita china.-

ADRIAN N. ESCUDERO, 1982. Texto ajustado: 23-06-05.-

 Publicado el 28-03-03 en el Suplemento Cultural del Diario “El Litoral” (Santa Fe-Argentina)..

 Narración oral escénica el 30-06-05 en el Café Literario de la Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Santa Fe (auspiciado por SADE-Santa Fe, LT9 Radio Brigadier Gral. Estanislao López, y Cable y Diario).

 Integra los Libros “Doctor de Mundos II – Visiones Rxtrañas”. Inédito. Colección de Ficción Conjetural y Metafísica. La Botica del Autor (Santa – Argentina), 2003-2009 y “El Emperador ha muerto y Otras Historias”. Inédito. Colección de Realismo Mágico. La Botica del Autor (Santa Fe-Argentina), 2005-2009.-

P.-S.

1) - Acepción administrativa que refiere al papeleo e ineficiencia de los procedimientos de trabajo que se emplean en una gran Institución Social. Sinónimo técnico: "burocratismo". Raíz del término: "Burocracia o forma de gobierno de una Gran Organización basada en una estructura vertical y rígida de puestos de trabajo".

2) - Alude a la facultad de una persona para interpretar hechos y sucesos conforme a las circunstancias que lo producen o influyen.

(3) - Tecnocracia: alude al gobierno de una Gran Organización donde prevalecen las decisiones del sector técnico.-

Este artculo tiene del autor.

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