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El carro brujo

Relatos de una época de supersticiones

Alex Espinal

Honduras



Hasta la década del 80, cuando en la vieja cabecera municipal de Morolica su gente aún se alumbraba con candiles o candelas, los espantos eran parte de su vida cotidiana. Eran tantos los enigmáticos relatos sobre malos aires, que cualquier cacareo de gallinas o ladrar de perros ponían los pelos de punta. Transcurría el año 1985 y José Ángel Gómez ya era toda una novedad en el oficio del destazo de ganado o cerdos, el más reconocido abastecedor de carne en todo el casco urbano y sus aldeas. Un día antes de sacrificar a la res, los clientes anotaban en una lista sus pedidos a quienes él (José Ángel) carnicero personalmente las repartía durante la madrugada. Así discurría el tiempo, hasta que comenzó a propagarse la bulla que a diferentes horas, casi siempre a las 2 ó 3 de la madrugada un extraño vehículo recorría las calles del pueblo de un extremo a otro. Lo más espeluznante de esta historia para los asombrados ribereños, era que el espectral carruaje transitaba sin hacer el menor ruido, sin conductor ni pasajeros, los perros con su sensible olfato jamás sentían su presencia, ni al entrar ni al salir del pueblo, muchos llegaron a creer que se trataba del mismo demonio que se paseaba por aquellas solitarias calles, otros comentan que José Angel, siempre se detenía con los misteriosos seres en el callejón que separaba al barrio con el desaparecido centro del pueblo. Este obrero del destazo que vivía en el barrio Las Delicias en una casa ubicada a un extremo del Estadio Municipal, acostumbraba a transportar la carne conforme a los encargos de sus clientes en una carreta de madera. Hay va José Ángel- exclamaba entre dormido mi padre al escuchar entre las 3 y 5 de la madrugada las ruidosas ruedas del carrito del carnicero, eso era cotidiano, todas las semanas se repetía aquel trajín; de tanta vuelta ya rechinaban demasiado las pequeñas ruedas del improvisado vehículo sobre las arenosas calles del pueblo; era poco usual encontrárselo durante el día, solo a altas horas de la noche, cuando el único ruido que se escuchaba era el que emitían los grillos, el vere-vere de los sapos bajo los agrios esteros del río grande, el suave murmullo de las aves nocturnas en las ramas del antiguo guanacaston o en el árbol de anonilla de la quebrada el chingaste. Al cabo de algunos años, en todo el municipio se corrían los comentarios sobre el novedoso- carro brujo- era todo un misterio el hecho que un vehículo ingresaba al pueblo sin la menor sospecha de de sus habitantes, sin ser detectado ni por los canes, en fin, su presencia era lo que menos podía afirmarse, pero el acontecimiento tomo fuerte validez entre la vecindad, aunque muy pocos podían sostenerlo, pero si comentarlo. El carro brujo era motivo de continuas charlas entre pobladores que se acomodaban con sus piernas estiradas sobre las frescas aceras de sus viviendas o se acostaban boca arriba y mientras observaban el punteado universo en la espesura de la joven noche comenzaban a tejer sus propias conclusiones, a todo esto los mas temerosos a los malos espíritus encerraban desde temprano a sus vástagos. Así transcurrió el tiempo hasta que un día o madrugada menos pensada José Ángel o el carnicero del pueblo se desplomo fulminado por un ataque al corazón, pero antes de morir, el hombre de contextura fuerte y de aparente fortaleza espiritual sufrió una fiebre espantosa, sudo copiosamente, sus familiares le hablaban pero todo fue inútil, parecía espantado como si había visto al mismo demonio. Una vez que expiro, su cuerpo se inflamo exageradamente y tomo un color morado oscuro, lo sorprendente para los horrorizados vecinos era que José Ángel, siempre fue un hombre muy saludable, pero su deceso desencadenó los mas sombríos comentarios que aumentaron el terror entre la gente, muchos llegaron a creer que se lo llevó el diablo. Tanto se habló del carro brujo que después de este acontecimiento jamás se volvió a mencionar el tema y solamente se grabó en sus memorias como otro episodio de un espantoso tiempo.

Ver en línea : La Nueva Morolica

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