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KIOSKO DE GOLOSINAS DE LA ALCALDESA

Carmen María Camacho Adarve

España



KIOSKO DE GOLOSINAS DE LA ALCALDESA

El quiosco tenía la ventana a la calle Bernabé Soriano y tenía también una entrada lateral. El mostrador corría perpendicular a la carrera. Percibí un olor a caramelos, gominolas, chicles bazoka, pipas, altramuces y mezclado, con el mismo olor que solía percibir, a cromos de: mariposas, álbumes, muñecas recortables hace mas de cuarenta años, donde yo compraba, cromos y recortables. Me empine apoyé las dos manos en el mostrador, respiré hondo y esperé; la quiosquera se hallaba delante, vendiendo cigarrillos.

– Hola, -dije- ¿Está Carmen, Puri?
Era una niña, flacucha, de rasgos afilados, pelo negro y muy reservada, se podría decir que era difícil hacer una gran amistad con ella por eso hasta hoy no hemos sido muy amigas.

– No ha ido a hacerme unos recados –respondió- la madre vendrá pronto ayudarme.

– Vale –respondí- con voz plañidera… esperare
El comercio era mínimo, atiborrado hasta reventar de muchas cosas heterogéneas: golosinas, encendedores, cuadernos, lápices, caramelos, crema para el calzado, cordones de zapatos, pilas para transistores, linternas, cochecitos, carritos de bebe azul marino con su muñequito dentro, soldaditos e indios de plástico. Pero yo no quería comprar ninguna de estas cosas aquella tarde de otoño; yo sólo quería hablar con Carmen ya que me había prometido regalarme unos sapitos verdes que daban luz de noche, y unas cuantas mariquitas de ocho lunares. Que según ella su madre guardaba en cajas en el suelo del kiosco, más culebras pequeñas verdes, y unos hombres pequeñitos que vivía en botes de agua. Y me hacia pasar horas allí ansiando, soñando, lo prometido y quedábamos siempre para la tarde siguiente después de la escuela. Así hasta que me aburrí o perdí la fe. Luego me hice grande, poeta y escritora. Ella se hizo Alcaldesa…recordé todas sus promesas de la infancia y pensé, lo mismo ahora que soy poeta, me concede audiencia, me hace una estatua en una plazoleta, me llama para dar recitales, edita mis libros, y me concede un trabajo, ya que los artistas somos pobres. Por pedir que no quede, esta vez lo hago con más resolución cada mes pido audiencia, la secretaria me pregunta: ¿para que es? Le respondo siempre lo mismo; Soy una poeta en extrema pobreza. Y pasan, los días, meses y los años. Si la veo en algún acto publico corro hacia ella, pero corre más que yo. Tal vez, sólo estoy en presencia de una tregua. De forma que, de momento, prefiero esperar un poco más. Hasta ver qué pasa. Mientras se me esta ocurriendo sobórnala con rosas, blancas, rojas, amarillas, pero como ya he dicho antes soy una artista pobre y no tengo ganas de entrar a los jardines públicos y robar la rosas para luego correr delante de los municipales.

©Carmen María Camacho

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