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Regresaba  cierta noche, la del 20 de julio de 2010, de visitar a un amigo y tuve que  cruzar por  Virgen de la Capilla. Al pasar por delante de la puerta  de la zapatería cubero justo en la parada de taxis -a esas horas de la noche, no había ningún coche-, me encontré a un hombre de rasgos sudamericanos de unos treinta años tumbado en el suelo. Desparramado, junto al hombre, una cartera abierta por donde asomaban documentos. Llevaba gafas de sol puestas. Me acerque a el con cautela me agache junto a su boca el aliento no olía a alcohol, no se movía, toque unos de sus brazos y aun estaba caliente. Permanecí un rato mirándolo y entonces se agruparon varias personas que pasaba por allí.

—Está muerto —gritaron varias voces.

—No, no, aún vive —gritó otra; pero si se le lleva al hospital, fallecerá antes que llegue.

—No, no,  -dije, lo he tocado y esta caliente además he observado que ha movido un poco el estomago. Entones decidí pellizcarlo y darle una aguantadas a ver si reaccionaba.

—Se ha portado valerosamente —dijo una mujer—. ¡Ah! Miren respira ahora.

—No se le puede dejar tirado en la calle –advertí-

— ¡Claro que no! –Respondieron varias voces- ¿alguien lleva un teléfono móvil para llamar a emergencias? He olvidado el mío en casa.

__ ¡No, no, llevamos ninguno teléfono móvil! –grito el grupo que empezaba a ser numeroso.

Se me ocurrió coger su teléfono y encenderlo. De inmediato en la pantalla salio el numero de emergencias. Llame y una voz calmada masculina –respondió- Emergencias dígame.

__ Buenas noches –dije- mire me encuentro en Virgen de la Capilla, en la parada de taxis junto a la zapatería cubero. En el suelo hay un hombre tumbado, que apenas se mueve y no esta consciente.

__ ¿Le ha aflojado la ropa? ¿Lo ha tocado? ¿Le ha dado unas guantadas y pellizcos a ver si reacciona? ¿Ha hecho la respiración artificial? ¿Sabe mas cosas del hombre cuénteme? ¿Es importante la situación del enfermo? preguntó.

__ ¡Claro que si! -repuse- algo irritado le he pegado y pellizcado además no huele a alcohol –los congregados daban voces -¡que venga el servicio de emergencias antes de que el hombre muera! ¡Vamos hombre no se ponga usted de charla¡- algunos intentaron arrancarme- el teléfono- mi situación empezaba a ser insostenible.

__ ¡Hágale el boca a boca! –me estaba impacientando- el tiempo corría, mire usted hace años que me dieron unas clases de socorrismo ya no recuerdo como se hace _¿que no acuerda usted?- es su obligación como ciudadano. Y que tengo que hacer –pregunte- lo primero pórgalo de lado. Ya esta –dije- déme el numero de teléfono de donde llama –no puedo dárselo- el teléfono es del que pronto será un cadáver si no acuden, además hay una multitud que quiere agredirme –añadí-

__ ¿Que el teléfono es del enfermo? Parece que usted sabe mas cosas del paciente –cuénteme con claridad que ha pasado- en esto que las hordas querían pegarme –deje de hablar- gritaban voces ¿con quien habla? –decían unos- y chillaban otros ¡es un caradura! esta hablando con el teléfono del medio muerto -¡es un verdadero sinvergüenza!- ¿no oye usted los gritos? –Dije- con un grado de ansiedad considerable.

__ Si, si, parecen que se gente gritar ahora mismo mando una ambulancia –y colgó- en ese instante la multitud se lanzo sobre mi, eche a correr, cuando oímos la alarma de la ambulancia, hubo un escalofriante silencio, y las gentes corrieron calle abajo para ver el desenlacé. Menos el tipo del paraguas no dejaba de perseguirme dándome paraguazos en la cabeza. Pude girarme sin dejar de correr y vi la ambulancia donde aguardaban pacientemente los camilleros que se llevarían el cadáver una vez que se les ordenase entrar en acción. Se oían gritos e insultos contra mí –la culpa es de ese hombre que ha salido corriendo calle arriba. Hablo mas de una hora con el teléfono del muerto ¡a saber con quien! ¡Gentuza ya no hay humanidad! Continué mi carrera desenfrenada hasta que conseguí llegar al portal de mi casa, con aquel extraño personaje dándome pequeños golpes con su paraguas. Al abrir el portal intento meter el paraguas por la abertura de la puerta yo con un golpe seco cerré partiendo el paraguas por la mitad. Hasta el amanecer  escuche la voz cada vez más débil de tan peculiar persona, soltando todos los insultos conocidos y otros desconocidos hacia mi persona, parientes, y familia.

Al despertar aun notaba los golpecitos en la cabeza.

 

 

 ©Carmen María Camacho

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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