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MISA NEGRA EN EL CAPITOLIO

César Rubio Aracil

España



Qué vergüenza ser español bajo el mandato de Aznar. Que nuestro "perínclito" presidente haya visitado al Santo Padre no es motivo de alarma, ni justificación para llevarse las manos a la cabeza. Todos conocemos su arraigada tendencia ultraconservadora, aceptada por sufragio universal. Lo que sí mueve a indignación es la desfachatez con que, sirviendo de acólito al santón universal por antonomasia, señor Bush, padre del más feroz armamentismo, haya entonado un kirie satánico en el Capitolio, invocando al todopoderoso presidente de los EE.UU. para que siga en sus trece de acabar de una vez con el terrorismo internacional. El mismo uso de la violencia, legalizada por su poder omnímodo, que practica con desprecio de las Naciones Unidas, de los Derechos Humanos y del clamor popular mundial en favor de la paz, y que Aznar sahúma con el incienso de la más abominable mentira.
¿Dónde están los cristianos amantes de la concordia, del amor y de la piedad explicitada en los Santos Evangelios, consentidores de la afrenta que está sufriendo el mundo por causa del egoísmo, la desmedida ambición y el desacato a las leyes divinas del más poderoso mandatario de la tierra? ¿Dónde, el voto condenatorio que castigue la humillación que nuestro presidente ha infligido a España al apoyar ante no más de 50 senadores y congresistas (de los 435 que componen el Parlamente Norteamericano) la labor destructora de Bush? ¿Dónde la sana rebeldía y la justa cólera capaz de, a latigazos constitucionales, arrojar del templo de nuestro bello planeta a los fariseos? ¿Se puede considerar misa apostólica la deshumanización del hombre, la muerte de miles y miles de inocentes, la miserable idea de controlar la energía mundial y la obligada postración de los países del Cono Sur ante las plantas de los regidores de la economía mundial? Sin embargo, erre que erre, todavía las encuestas -aunque de no fácil interpretación- favorecen una idea política que ni siquiera Franco se hubiese atrevido a poner en práctica. Porque el Caudillo, a diferencia de los seres irracionales -que únicamente saben- sabía que sabía. Sin embargo, nuestro presidente, en política, sólo se le puede atribuir la astucia del animal. Por eso se ha prestado a servir de acólito de Bush en la misa negra del Capitolio.

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