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Fragmentos de un latido
Por Iván Hernández
I
No, no te dirá mi voz innata
amanecer no es fácil no lo ha sido
nunca.
Que se joda el milagro, que renuncie.
Cada vez más huraño esta el paisaje
y pasiva la fecha ejecutoria.
RÃspida la corona juguetea con mi sangre
amputada y me teje un nuevo rostro ruborizado.
Mientras una mirada se repite en el eco
inhóspito de un mundo lacerante
ricamente plagado de traiciones
enclaustrado en los ojos maternales doy una
zarandeada misógina a mis huesos impúdicos.
II
Nunca sabrás que he sido fiel.
Soy todo lo que fue menospreciado
dÃa tras dÃa.
Nacà con un temor incauto que supo aniquilarme
cualquier idea pequeña o diminuta
y no te dije Amor estoy enfermo.
Rota la columna espiritual
avanzas por mi piel y una ternura
mÃnima como sonrisa mal fingida
insÃpida en la escarcha del presidio
restituye en mi cuerpo la indigencia
escrutiñada por ser muy sospechosa
zampada por decir que te conoce.
III
Necesaria te llamo
a penas necesaria.
Nadie pide confianza en esta hora roÃda
confusa por la espera que demora
yerta cada minuto inextinguible.
Roturado el aliento observo como
aterriza en mi calma y exagera
mintiéndome terribles alegrÃas
una boca dalila que contiene
referencias de ti que no me agradan.
La impostora paloma al fin se marcha.
Ya no resisto más y despedazo la fúnebre noticia
zapateando las alas de una espera que no tenÃa motivo.