Me decía “No me apures. No me saltes
encima. Amame como hay que amar. Entregá
todo por algo: oro por tierra, hambre
por fatiga. Doblame el alma y mordémela
contra el pecho para tenerme enteramente
abierta”
Me hacía temblar como un trapo enganchado
en el alambre, como un animal desflecado,
como un cachorro ajeno a lo salvaje.
Y yo ladraba, pedía más, le daba la pata
y me sentía un ángel satisfecho cuando veía
con emoción que cambiaba tierra por oro,
fatiga por hambre.
De: Veda negra (1999)