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EL SALVADOR DE LOS SUEÑOS

Ray Respall Rojas

Cuba



Desde que el hombre aprendió a soñar, existió un mundo pa­ralelo al nuestro, la Tierra de la Fantasía, poblada por sueños agradables y por pesadillas. Estas últimas eran entes malvados. Se les conocía como Los Indestructibles, estaban capitaneados por Lupus, el peor de todos, capaz de crear los más pavorosos sueños imaginables.

La mayoría de los sueños eran buenos. Los mejores, cono­cidos como Los Invencibles, estaban dirigidos por el Capitán Fénix. Eran los que daban a los hombres sus mejores ilusiones, los que inspiraban a poetas y pintores; los que ayudaban a los científicos a hacer grandes descubrimientos, los que develaban la música a los compositores y hacían felices a los niños.

Había un tercer grupo, Los Sueños Menores, que son esos que duran poco, o que después no se recuerdan. Les daba lo mismo todo, hasta su forma, por eso cambiaban constantemente de apa­riencia como las nubes en el cielo.

Un día, Lupus decidió absorber las energías de Los Invenci­bles. Construyó una máquina que las aspirara cada vez que se manifestaran. La mayor parte de la energía iría a alimentarlo a él, el resto lo repartiría entre su grupo. Después esclavizaría a los Sueños Menores; así realizaría su aspiración: apoderarse de la Tierra de la Fantasía.

Su mecanismo tenía forma de serpiente, con una enorme boca abierta frente a una pantalla. En esta saldría reflejado el que estaba soñando y su sueño, que sería absorbido por la boca de su invento. Quiso probarlo y accionó el interruptor: apareció en la pantalla el rostro de una niña, después se reflejaron imágenes de una fiesta de cumpleaños, con payasos, magos y unicornios. Apretando un botón, Lupus dejó la mente de la niña en blanco, mientras la máquina emitía un sonido parecido al que hacemos al tragar. Por un instante, tan breve como un relámpago, Lupus sonrió...

Al pasar una semana, los Invencibles se dieron cuenta de que sus miembros estaban desapareciendo misteriosamente. El capitán Fénix reunió a su grupo y les propuso enviar un emisario al mundo real para averiguar qué estaba sucediendo, pero casi todos estaban demasiado débiles para emprender tal tarea. El propio capitán había decidido ir solo cuando, para su sorpresa, se presentó uno de los Sueños Menores, ofreciéndose para servirle de escudero.

El sueño se llamaba Momic, pertenecía a un niño llamado Román, al que no dejaban tener fantasía pues sus padres pensaban que con eso perdía el tiempo; le permitían leer exclusivamente libros de historia y como único juego, resolver ecuaciones matemáticas; por eso no sabía soñar y casi siempre estaba triste. El sueño no se habían debilitado del todo porque en el fondo del pequeño se escondía un gran soñador.

- ¿Qué tú crees si le damos la oportunidad de unirse a nuestra misión? - le preguntó el Capitán Fénix.

- ¡Bravo! Tal vez sea esto lo que necesite Román para ser feliz - saltó Momic.

Esa noche, cuando Román se quedó dormido, lo visitaron los emisarios y le explicaron su misión. El niño les contó que todos sus amigos estaban teniendo el mismo tipo de experiencia onírica. A él no le había sucedido porque, a su pesar, soñaba cosas sin importancia, pero había oído que veían una enorme serpiente con la boca abierta, se quedaban en blanco, incapaces de reaccionar o recordar qué habían soñado antes y despertaban sudorosos y agotados. A la noche siguiente los atormentaban terribles pesadillas.

Lupus, gracias a sus espías, se enteró de que un niño estaba siendo visitado por el capitán de Los Invencibles y lo monitoreó en su pantalla. ¡Allí estaba su eterno enemigo! Al momento le entró la codicia de aspirar sus poderes, sí lograba atraparlo a él, el más hermoso de los ensueños, sería realmente el más poderoso de la Tierra de la Fantasía.

En el sueño de Román apareció de pronto una serpiente de expresión terrible, que trataba de tragarse a Momic y al capitán Fénix. Estos estaban a merced de la máquina porque no eran más que sueños, pero ahora tenían un nuevo aliado, y Lupus no había contado con eso:

- ¡Todo depende de ti, Román! ¡Usa tu fantasía y sálvanos! - gritó Fénix mientras esquivaba las mordeduras de la serpiente.

Román se desesperaba, pero le habían enseñado a no tener imaginación. Le dolía ver a sus amigos en peligro, pero se sentía inútil para ayudarlos:

- ¡No puedo! ¡No puedo! Esto no es real... esto no está sucediendo - repetía.

- ¡Sí puedes, Román! - le gritó Momic - ¡Busca al soñador que hay dentro de ti, pero hazlo pronto, que la bestia nos está absorbiendo!

De pronto, el niño recordó algo que había leído en un libro de historia y se imaginó un ejército de caballeros medievales. Al momento se vio en una gran explanada, donde se libraba la batalla de sus camaradas contra la serpiente, que ahora era muy semejante aun dragón, frente a ellos se hallaba el ejército imaginado y capitaneándolo se vio a sí mismo, con una armadura relu­ciente. En sus manos sostenía una fulgurante espada.

- ¡Al ataque mi ejército! ¡A derrotar a la Serpiente! - gritó mientras se lanzaban contra el monstruo.

Lupus, que observaba sorprendido la escena que se reflejaba en su invento infernal, sintió un sonido inusual y alcanzó a ver un brillo extraño en la pantalla, pero en ese instante el artefacto estalló en pedazos. Vio frente a él a Fénix, a Momic y a un pequeño guerrero con su espada en alto.

- Ya es hora de que seas castigado Lupus, tiempo es de que le devuelvas a las gentes sus aspiraciones, la fantasía que les has robado - dijo el caballero de radiante armadura y dirigió a él su arma, que emitió un rayo de luz cegador.

El malvado se retorció, su cuerpo pareció arder en una súbita hoguera, pero luego que esta se apagó, comenzó a empequeñecerse entre volutas de humo, haciéndose cada vez más insignificante; mientras esto sucedía, de la humareda iban resurgiendo los Invencibles, tan poderosos y bellos como antes. (Al final, Lupus y su corte quedaron convertidos en cucara­chas, por eso hay gente que siente temor en presencia de estos insignificantes animalitos, sin saber por qué, pero no quiero terminar mi historia con un momento tan poco noble como Lupus y los suyos corriendo para esconderse en los rincones).

El capitán Fénix habló:

- Nunca un sueño tuvo mejores aliados que ustedes; por eso mi decisión es que tú, Momic, seas declarado uno de Los Invencibles y tú, Román, serás feliz de ahora en adelante pues te visitaremos todas las noches, inspirándote con nuestras aventuras. Los cuen­tos que escribas ayudarán a despertar a los soñadores que están ocultos en los niños sin fantasía... Serás siempre recordado como “El Libertador de los Sueños”.

 

Y así se cumplió... Los libros, las canciones, los cuadros, todas las cosas bellas que se han hecho a través de la historia de la humanidad, sirven para recordar que el hombre, para vivir feliz, necesita mantener despierto al soñador que lleva adentro.

 (texto escrito cuando Ray estaba en 6ºgrado)

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