Vibra en la tarde un lÃmpido tañido
que alegre esparce la vernal proclama;
se afina el aire tibio, se embalsama
y arrulla el cuenco grávido del nido.
El mundo se despierta bendecido;
una luz palpitante se derrama
sobre el pequeño sol que en la retama
despunta perfumado y presumido;
hay ternura de brotes en el viejo
y amado limonero. La mirada,
por escala de verdes llega al cielo.
Duplica el alma con lealtad de espejo
el fulgor de septiembre, y alza vuelo
con alas de esperanza renovada.