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Violencia en Argentina (XI): Perros que ladran no muerden

Carlos O. Antognazzi

Argentina



Tiene razón Kirchner cuando sostiene que él no es infalible, «pero tampoco lo son los que escriben, que hacen como si no tuvieran que rendir cuentas a nadie». También acierta el ministro del Interior, Aníbal Fernández, cuando dice que gobernar no es una tarea para «cagones» ni para «timoratos» (sic), agregando que «es para quienes tengan decisiones muy duras y estén aptos para tomarlas en el momento en que tengan que hacerlo» (La Nación, 29/07/04, p. 8). Un militar no habría definido mejor las dotes requeridas para dirigir a los conscriptos. Quizá Omar Carrasco no interpretó debidamente la vida castrense, y pagó con su vida el desconocimiento.

Perros que ladran no muerden

Tiene razón Kirchner cuando sostiene que él no es infalible, «pero tampoco lo son los que escriben, que hacen como si no tuvieran que rendir cuentas a nadie». También acierta el ministro del Interior, Aníbal Fernández, cuando dice que gobernar no es una tarea para «cagones» ni para «timoratos» (sic), agregando que «es para quienes tengan decisiones muy duras y estén aptos para tomarlas en el momento en que tengan que hacerlo» (La Nación, 29/07/04, p. 8). Un militar no habría definido mejor las dotes requeridas para dirigir a los conscriptos. Quizá Omar Carrasco no interpretó debidamente la vida castrense, y pagó con su vida el desconocimiento.

La carrera militar, como la política, no es para cualquiera. Mussolini, que sabía de estas cosas, sostenía que «había que vivir peligrosamente». Mussolini no era un “cagón” ni un “timorato”, como tampoco lo fueron Hitler, Stalin, Somoza, Pérez Jiménez, Franco, Trujillo, Perón, López Rega y Galimberti, ni lo son Stroessner, Pinochet, Menem (impulsor de “pragmatismo” vernáculo), Adolfo Rodríguez Sáa (que los tiene bien puestos, como se jactó desde un afiche en donde las «o» del nombre se reemplazaron por huevos de gallina), Duhalde, Ruckauf, Vaca Narvaja, Firmenich, Aldo Rico («Yo soy el primer carapintada»), Seineldín, Suárez Mason, Videla, Massera, Gorriarán Merlo y tantos otros que hicieron o hacen del concepto verticalista una declaración de principios y una forma de vida carente de ideas (más allá de sus propias narices e interés personal).

¿Quién no se equivoca, como sostiene Kirchner? No los que escriben, por cierto, que según el Presidente carecen del valor de la decisión y no rinden cuentas a los lectores. La mejor forma de simular un arrojo inexistente, entonces, es recordar algunas frases suyas.

Seguridad, divino tesoro

El 19/04/04 Kirchner, secundado por el ministro Gustavo Béliz, los jefes de las Fuerzas Armadas, 21 de los 24 gobernadores, el jefe del Gobierno porteño, Aníbal Ibarra, los titulares de la Cámara de Diputados y del Senado, miembros del Poder Judicial y de la Corte Suprema, daba un giro a la Historia al presentar en sociedad el «Plan Estratégico de Justicia y Seguridad 2004-2007», una creación de Béliz y el secretario de Seguridad Interior, Norberto Quantín.

«Es una respuesta sistémica» (sic) sostuvo Kirchner, sugiriendo que se trataba de un proyecto global, meditado, progresivo y articulado. Es lo que la sociedad quería escuchar, luego del asesinato de Axel Blumberg. Kirchner afirmó que «con discursos o anuncios no se mejora la situación, por eso encaramos y deberán encararse urgentes acciones. Sabemos que nada se puede resolver de un día para otro sin esfuerzo; no creemos en facilismos, pero tenemos plena conciencia de la importancia de dar este paso» (sic). Continuó diciendo que «discursos, diagnósticos sobre los distintos aspectos de la crisis que nos afectó no bastarán ni serán suficientes. No queremos caer en el error de los anuncios grandilocuentes, los grandes planes seguidos de la ausencia de resultados y las posteriores frustraciones» (sic).

Algún malintencionado sugirió que el Plan era una reacción emotiva ante la marcha de ciento cincuenta mil personas que organizó Juan Carlos Blumberg. Pero Aníbal Fernández lo negó. Dijo que el Plan tenía «mucho tiempo y mucho esfuerzo puesto encima y no ha sido un espasmo, ni mucho menos una reacción ante un caso conmocionante» (sic), en referencia al secuestro y asesinato de Axel Blumberg. Y agregó: «es un trabajo pensado desde el primer momento en que se comenzó a trabajar en la gestión del Presidente» (sic).

El 29/07/04, en un acto en la Casa Rosada, Kirchner se refirió a la prensa como a los «escépticos de siempre» (sic), que serían los encargados de aducir que el Gobierno promete cosas que luego no cumple. Y abundó, utilizado un condicional que merecería grabarse en bronce: «Si nosotros hacemos lo que tenemos que hacer le vamos a estar ganando a esas plumas por el bien del país» (sic). Como corolario sostuvo que «este no es un plan demagógico» (sic), en alusión al programa para financiar el mejoramiento de ciento cuarenta mil viviendas.

Yo digo, tú aguantas

Cuando Kirchner se refiere a los «escépticos de siempre», un amante del cine no puede menos que recordar el final de Casablanca, en donde el policía, en lugar de denunciar a Bogart, ordena a sus hombres atrapar a «los sospechosos de siempre». Desde entonces la frase se hizo famosa para aludir a los que terminan pagando el pato sin tener culpa alguna. La nómina se enriquece día a día, pero basta recordar a los recientes funcionarios “fusibles”, ministros o policías, que debieron irse con la vergüenza ajena de saber que el Presidente miente al atribuir a los demás culpas que le son propias. Menos explicaciones requiere la forma condicional, porque es imposible imputarle algún yerro: sólo si el Gobierno hace lo que tiene que hacer se beneficiará el país.

De todas maneras, y para evitar caer en la tan de moda “teoría de la conspiración”, basta con dar a conocer los hechos libres de todo prejuicio. Por ejemplo, que luego del lanzamiento del «Plan Estratégico de Justicia y Seguridad 2004-2007» la violencia, lejos de disminuir, aumentó. Los secuestros extorsivos siguieron a la orden del día, avanzando también en las provincias; los piqueteros “duros” se robustecieron y fueron haciéndose más osados en sus actos y reproches, extorsionando por igual a empresas extranjeras, casinos u hospitales (Nina Pelozo, esposa de Castells, reconoce abiertamente que desea ser “primera dama”, y que lucha por eso); los “blandos” destrozaron una comisaría y los mismos peronistas, en general, siguieron demostrando lo que enseñaron a la sociedad en el congreso de Parque Norte el 26/03/04: que son incapaces de ponerse de acuerdo en beneficio del país.

La destrucción de la Legislatura porteña implicó el cambio de ministros y todo volvió a foja cero, o casi. Quizá Kirchner debió imponer la calma por decreto. ¿Acaso no ha superado a Menem, en igual tiempo, por los decretos “de necesidad y urgencia” que lleva firmados? Como si la realidad se desligara del Gobierno, la sociedad, junto con Blumberg, se pregunta qué pasó con esa «respuesta sistémica» anunciada en abril.

En Política, policía y delito (Capital Intelectual, Buenos Aires, 2004, p. 24-27) Marcelo Sain hace notar que la represión de junio de 2002, que terminó con la vida de los piqueteros Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, fue orquestada por la bonaerense en connivencia con la SIDE. En ese momento Duhalde era Presidente. Es llamativo que hoy grupos como los de Castells, Pitrola y otros estén a favor de Duhalde mientras siguen reclamando justicia por los muertos.

El tiempo pasa

Rosatti avaló indirectamente las denuncias de Béliz, al reconocer que Kirchner no le dijo nada con claridad: «El Presidente fijó sus pautas de hecho, no en forma explícita. Él no impuso, por ejemplo, que no se porten armas de fuego. Surge de su prédica y eso se decanta solo» (sic. La Nación, 28/07/04, p. 5). Es decir que el ámbito de la seguridad continúa en la bruma de la indefinición, y que habrá que deberle al buen o mal olfato de Rosatti que las cosas se corrijan o empeoren. Esto, además de ser un riesgo para la sociedad, lo es para el mismo funcionario a cargo, porque salvo que sea vidente, no puede tener la certeza del límite que no debe sobrepasar para enemistarse con Kirchner. Un mes después, el 31/08/04, contradiciéndolo, la policía reprimió con gases y balas de goma a piqueteros y manifestantes de Quebracho en la Casa Rosada.

El “estilo” del Presidente, que humilla a sus funcionarios creyendo que así incrementa su poder, en realidad confirma su debilidad. De allí el temor, compartido por cierta izquierda, que le profesa a Juan Carlos Blumberg: es algo que no puede manejar, que no entiende, que escapa a las “casillas” a las que está habituado. Es por ese temor, agravado por ciento cincuenta mil personas en la calle, que el Gobierno se apuró a presentar en sociedad el «Plan Estratégico» que descansaba en un cajón desde noviembre de 2003.

La crítica a la prensa que realizó el vocero presidencial, Miguel Núñez, fue, como destaca con sutileza La Nación del 30/07/04 (p. 8), «selectiva». Núñez enseñó la tapa del matutino, pero nada dijo de Clarín ó Página/12, que, con matices, también se refirieron a la marcha atrás del Gobierno en el «Plan Estratégico». El gesto confirma dos cosas: una, que Kirchner, en su estilo brumoso, no instruyó a Rosatti sobre qué debía o no decir, confiando en el “sentido común” del ministro. Pero la entrevista que le hizo La Nación está grabada, y Rosatti no puede decir que no dijo lo que dijo. Otra posibilidad, pero con sentido inverso, sería que Rosatti dijo la verdad, y que el Gobierno apele a la estrategia del tero, afirmando una cosa (la continuidad del Plan) cuando en realidad está haciendo otra (buscando otro Plan, por ejemplo, en el mejor de los casos).

Sea lo que fuere, la madre de Nicolás Garnil escribió una carta (La Nación, 17/08/04, p. 1), donde le pregunta a Kirchner si tendrá que arrodillarse ante él (como hizo ante los secuestradores de su hijo) para que haga algo por la seguridad. La respuesta desafinada del Gobierno ratificó el desorden y el temor de los funcionarios. En la tercera marcha convocada por Blumberg el 26/08/04 se insistió con la necesidad de cambios políticos: la sociedad quiere saber de qué se trata. ¿Está el Gobierno dispuesto a satisfacer el reclamo?

Lo segundo que se confirma es que tanto Clarín como Página/12 se han vuelto oficialistas (cfr. Edgardo De Luca, Los diarios de Pangloss. Castellanos, 31/07/04). Ambos matutinos han dejado de hacer las críticas que acostumbraban. Puede deberse a una estrategia conjunta (Clarín es propietario de Página/12), o porque encuentran que el Gobierno hace bien todo lo que debe hacer (lo que es discutible).

Subsiste la duda, sin embargo: si los que escriben no se responsabilizan por sus escritos, aún cuando los firman, ¿qué queda de los políticos que sólo hablan? ¿Y qué para el ex-presidente peronista Adolfo Rodríguez Sáa, escribiendo en cámara «petrolio», «ferrocariles» y «plesb» (sin terminar «plesbicito», en lugar de plebiscito)? ¿Qué queda de los funcionarios que denuncian y no son escuchados? ¿Qué queda para la sociedad, en suma, que mantiene con sus impuestos a esta kakistocracia (del griego kakistós, malos, y kratos, gobierno: gobierno de los peores)?

Tomás Eloy Martínez sostiene que «aunque nadie oiga, el deber del intelectual es pensar y hablar. Para hablar hace falta valor, y para tener valor hace falta tener valores» (Los libros por venir. Publicación “Forum 2004”, p. 6. Clarín, agosto 2004). Quizá no sea excesivo reflexionar que la “palabra” del Gobierno es, en ciertos casos, flatus vocis: el mismo alcance y profundidad, y la misma rápida dispersión.

Santo Tomé, julio/agosto de 2004.

© Carlos O. Antognazzi.
Escritor.

Publicado en el diario “Castellanos” (Rafaela, Santa Fe, Argentina, el 10/09/04). Copyright: Carlos O. Antognazzi, 2004.

Este artículo tiene © del autor.

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