D. Heradio era un endiosado escritor displicente y bohemio. Solía decir que amaba a su esposa la literatura, aunque no ocultaba sus desenfrenos con alguna de sus amantes, como la pintura o la escultura.
Su residencia era una prolongación de su más viva personalidad. En el interior de la vivienda predominaba una decoración ecléctica, aunque basada principalmente, en el mal gusto, y en una más que patente, falta de elegancia y primorosidad.
Los cuadros tenían marcos exornados con vastas (...)