Al adentrarnos en aquel mirífico parterre, observamos que en una de sus áreas oblongas, se columbraba junto al conclusivo embarcadero, una elíptica laguna. Sus diáfanas y perspicuas aguas, reflejaban el nacarado celaje de un cielo ñublo.
Pronto, las orbiculares ondas de las esplinadas gotas de lluvia, comenzaron a irrumpir como hilos de plata, sobre la superficie del bucólico lago. Así tras el repentino chubasco, se alzó cenital y majestuoso el arco iris, para proseguir con unos urentes (...)