Deseo dedicar estos cuentos a los niños y niñas del mundo que algún dÃa, cuando sea tan mayores como la vieja palmera de mi huerto, podrán preguntarse, lo mismo que yo: “¿De qué está hecho el mundo?” Nadie le responderá; pero al mirar el cielo, en sus manos un libro de cuentos, verán las estrellas saltando a la comba.