Resulta sumamente agradable pensar, no que uno pueda alcanzar la inmortalidad (la inmortalidad de las producciones literarias perdura como máximo durante pocos siglos y por regla general acaba reduciéndose a la inmortalidad en las aulas) sino que sus obra sera leÃdas con interés por una pocas generaciones y que su nombre encontrará un lugar, por pequeño que sea, en la Historia de la Literatura de su propio paÃs.
Por lo que a mà se refiere considero con esepticismo esta modesta (...)