Sumar, aunar y construir.
El nacionalismo es un virus corrosivo que infecta y destruye. Cuanto más perdura, más maquina y arrasa, enquistado en su rancio y anacrónico ideario. Es aleccionante hoy, tras las andanzas, disposiciones y discursos, que hemos vivido y que soportamos, recordar que, en la Transición, fue calificado por algunos ilusos de progresista. Término, que, por otra parte, siempre nos resulta absurdo, pues no tiene especificidad, desde la constatación de (...)