Tras el paso de la gabarra, su abierta estela, perspicua y albuginosa, acariciaba los sáxeos paramentos, que encauzaban el bello Sena. El leve cabrilleo de la marea hacia tremular acompasadamente, el tablazón que formaba el acastillaje de las veteranas embarcaciones, que permanecían ancladas o varadas, junto a improvisados muelles urbanos; siempre próximos a centenarias escaleras de peldaños desgastados y pulidos. Mientras se producía el ácueo vaivén, se escuchaba el rancio y quejumbroso (...)