Mundo Cultural Hispano

  por Antonio Nadal Pería - 15/06/2015

  Por la mañana, a las ocho, la tía propina unos suaves golpes en la habitación en donde duerme Santiago. "Sal a desayunar, que me tengo que ir a la papelería", le dice. "Ya voy", contesta el joven. cuando entra en la cocina, su prima Lucía y su madre desayunan. La tía se levanta y prepara un tazón de café con leche a Santiago. En la mesa hay bollos y magdalenas. "¿Has dormido bien?", le pregunta su prima con cierto retintín. "Me costó, pero al fin cogí el sueño", contesta sin (...)

  por Antonio Nadal Pería - 19/04/2015

  A Santiago, de quince años, le dejan sus padres un verano en casa de una tía en un pueblo pequeño porque ellos viajan unos días a Portugal por asuntos de trabajo. La tía es viuda pero vive con una hija de dieciséis años. Santiago no veía a su prima desde hacía cinco años. La casa del pueblo es grande y a Santiago le destinan una habitación grande en el primer piso, al lado de la de su prima. La tía viuda duerme en el piso de abajo. Durante la cena, los primos se miran con (...)

  por Antonio Nadal Pería - 27/12/2014

  María habla con Elena entre los pasillos de las estanterías del supermercado, ha notado la primera que la segunda estira la espalda en un intento de aliviar las molestias. "Esta tarde, al salir de aquí, podíamos ir a casa de esos clientes masajistas si están libres", le sugiere. "Me da vergüenza y no he traído dinero", alega. "El primer masaje no te lo cobran y si quieres estoy yo contigo en el cuarto para que te dé menos vergüenza. A mí me pasaba lo mismo al principio pero ahora (...)

  por Antonio Nadal Pería - 2/11/2014

  Carlos y Marta compran en el supermercado y buscan la caja en donde se encuentra María, que una vez más se muestra nerviosa al verles, recordando las sesiones de masaje en su casa. "¿Qué tal te encuentras’", le pregunta Marta. "Bien", contesta. "Sabes que puedes venir a casa cuando quieras", le recuerda Carlos. "Un momento", dice la cajera, habla con una compañera y se aparta de su puesto de trabajo, indicando al matrimonio que le sigan. Se detienen en mitad de un pasillo por (...)

  ANTECEDENTES DE UN DIBUJO OBSCENO

  por Antonio Nadal Pería - 25/05/2014

  Es una mujer madura, una artista pintora. Llega a casa cargada con varias bolsas de compra. Le abre la puerta una joven vecina, estudiante de arte, que vive en el piso de enfrente y se presta a ayudarle a subir la carga. "No te preocupes, cojo el ascensor y ya está", le dice la mujer. La joven insiste. La pintora la invita a entrar en su casa. Dejan las bolsas en la cocina, la primera habitación de la vivienda, a mano izquierda. La joven profiere una exclamación de admiración al ver (...)

  por César Rubio Aracil - 24/06/2013

  La reina Nintu, hija de los monarcas Utukku e Inanna, ejercía su función soberana en el vasto imperio de “Coño Alegre”, comprendido entre dos territorios legendarios ya olvidados, mucho antes de que un gran avatar, Visnú, esparciese por Oriente la semilla de la sobriedad. Yo vivía por aquellos tiempos (soy una encarnación del dios Cipote) en el Creciente Fértil, gobernado por la citada Nintu. Ésta, absorbida por los deseos concupiscentes, no se conformaba con bagatelas. (...)

  por Antonio Nadal Pería - 9/10/2011

  Cada vez que Carlos y Marta coinciden en el supermercado con Mar�a, �sta se sonroja. Ellos siempre acuden a pagar su compra a la caja en donde la joven trabaja y le preguntan por su espalda. Ella dice que va tirando, que algunos d�as le duele algo y otros d�as m�s. "�No te decides a volver a nuestra casa para un masaje?", se interesa Marta. "Prefiero darme el masaje en vuestro gabinete del centro, pagando", contesta ella. Carlos y Marta se miran decepcionados. "No (...)

  por Antonio Nadal Pería - 27/08/2011

  Carlos y Marta entran en la habitaci�n de masaje. Mar�a yace boca abajo sobre la camilla con una s�bana que le cubre todo el cuerpo, a excepci�n de los brazos y los pies. Carlos coloca en el aparato musical un disco de m�sica relajante y Marta enciende un par de inciensos, uno con aroma a c��amo y otro a patchuli. Carlos se coloca a la cabeza de Mar�a y Marta a sus pies. "Rel�jate lo que puedas, conf�a en nosotros", recomienda ella. Carlos baja la s�bana hasta la cintura de la (...)

  por Antonio Nadal Pería - 14/05/2011

  Carlos y Marta conversan algunas veces con la joven cajera del supermercado cuando entran a comprar con cierta prisa cerca de las tres de la tarde, acabada la jornada laboral para ellos y antes de comer. Carlos tiene 58 a�os y Marta 55, la cajera 20 a�os. �sta se queja algunas veces de dolor de espalda, pues tiene que trabajar siempre de pie y si no tiene trabajo en la caja ha de reponer art�culos en las estanter�as cargando con cajas y paquetes pesados. Marta le dice a Mar�a, la cajera, (...)

  por Rolando Revagliatti - 12/04/2011

  Daniel trabajaba en la misma empresa que Victorio. Y la turquita ocupaba un departamento de planta baja al lado del de Daniel. Daniel estudiaba periodismo y en la compa��a agropecuaria era poco m�s que cadete. La turquita era una mujer ordinaria que conviv�a con un p�ber lamentable, su hijo; con su mam�, carcajeando exasperada y baldeando calzada con zapatos de hombre, negros los zapatos, bastante nuevos y sin cordones; y con su pap�, s�lo un jubilado. La turquita trabajaba en la vereda. (...)

  por Rolando Revagliatti - 12/04/2011

  Ocurrir� hoy. Ojal� resulte memorable. Digna esta Mariela para ser “la cuatrocientas”. Tal vez se lo diga. Tal vez no pueda contenerme, y ya que se fue estableciendo circulaci�n confesiva... S�, si funciona como espero, despu�s de serlo, sabr� que ha sido “mi cuatrocientas”. Bonita cifra para un gentilhombre an�nimo que todav�a tiene su arrastre manteni�ndose en forma, sin fumar ni comer ni beber en exceso, haciendo gimnasia, en fin, cuidando, sin matarme, la salud (...)

  por Rolando Revagliatti - 23/03/2011

  Durante el primer tiempo se las arregl� sin trabajar, adapt�ndose, reci�n llegada de un pueblo del Paraguay donde sus familiares, en condici�n de propietarios, se dedicaban a tareas de campo, la ganader�a, los naranjales. Al nacer hab�a pesado cuatro kilos, y lloraba mucho, lloraba por nada. La operaron, siendo beba, de una hernia de ovario, y ella s� que no se priv� de padecer de todas las enfermedades comunes de la infancia. Hermanas y hermanos, mayores y menores, la escudaban. La madre, (...)

  por Rolando Revagliatti - 23/03/2011

  Supo de mi romance veraniego con mi co-terapeuta. Y del affaire con la acompa�ante psiqui�trica que trabaj� en la Cl�nica pocos meses, durante la temporada que tuvimos completo el cupo de internados, y en la que llevamos adelante el Congreso sobre psicosis en el auditorio de Johnson y Johnson. Cuando la doctora Julieta W. me dio calce, no especulaba en ligar con ella. Nunca se hab�a dirigido a m� en los grupos de reflexi�n ni en los ateneos. Un jueves (como todos los jueves desde las (...)

  por Rolando Revagliatti - 23/03/2011

  Y despu�s pareci� como si ella asumiera el control de repente: con las paredes del co�o se convirti� en un exprime limones por dentro, extrayendo y apretando a voluntad, casi como si le hubiese crecido una mano invisible. �De qui�n ser�a inevitable que me acordara cuando le� esto? (Henry Miller, Sexus”, Seis Barral, p�g. 183): de Fortuna. M�s en su departamento de dos ambientes que en el m�o de tres y a pocas cuadras de distancia el uno del otro, m�s sin (...)

  por Rolando Revagliatti - 22/03/2011

  Amigo m�o: Dejo constancia que preveo en nuestras pr�ximas vidas, seducirte. Es con la esperanza de lograrlo que en nuestras pr�ximas vidas estar� atenta a volver a conocerte y tratarte, acaso en nuestras respectivas adolescencias. Ans�o que en nuestras pr�ximas vidas sostengamos nuestros buenos humores. Habr� de preferirte m�s cr�tico que en �sta, menos voluntarista y bien pensado. Opino que mi influencia ser� rotunda, por no decir arrasadora. Y el as� inferirlo, me hace feliz. (...)

  por Rolando Revagliatti - 28/12/2010

  Microficción de Rolando Revagliatti que integra su libro "Historietas del Amor". La mujer que me llev� a la cama ten�a treinta a�os. Me acorral�, me tom� por asalto. Con desparpajo, me hizo guiso. Desaboton� mi camisa fucsia de mangas cortas, boca a boca desliz� su chicle diet�tico, baj� el cierre de mi pantal�n de pana y tante�. Su olor, su inconmensurabilidad, me pudieron. Hasta entonces me hab�an bastado el ajedrez, mi empleo en la empresa de mis t�os, el (...)

  por Rolando Revagliatti - 10/12/2010

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  por Rolando Revagliatti - 10/12/2010

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  por Rolando Revagliatti - 10/12/2010

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  por Rolando Revagliatti - 10/12/2010

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