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El Pobre y la Parca

Miguel Enrique Murrugarra

Perú



Marcha con aliento seco el hombre

Dobla su espalda el peso de su miseria

Arrastra los pasos al compás de su fatiga,

La mirada hundida en surcos de dolor,

Buscando por borrascosos caminos

Un apacible hueco para su alma.

Gélidos vientos apuñalan sus andrajos

Se sienta en el tiempo, reclama

El pan que ayer fuera sustento

Hoy el rico, lo guarda en su regazo.

 

Nació en la miseria acostumbrada

Creció bajando las estrellas,

                                     Conoció el amor de su madre bella

No el apoyo del padre en el fracaso.

Ahora, el peso de sus culpas

Le encorva los huesos, resbala

Al fondo del océano en el ocaso.

 

La parca le mira, le acecha,

Dirige su osamenta hacia la presa 

La piel seca, las tibias gemelas

Acercan sus huellas al tunante,

- Estás solo - le increpa al instante

Queriendo poner fin a su destino.

 

Mira el pobre la inmortal presencia

El fulgor de la guadaña escarapela

El Hades escoge sin cautela

No teme la muerte a la muerte.

- ¿Me quieres? - Pregunta el insolente

 

- Cruzaste mi camino - la respuesta.

 

- Muchos años tu nombre he llamado,

Le des fin a esta vida que he llevado

Acaba mi sufrir por siempre.

Yo no sé de alegrías ni festejos

Jamás alguno me tendió la mano,

Dios fue mudo, ciego a mis pesares

Cada día hubo un no a mis reclamos -

 

- Vivir es por sí una grandeza -

Contesta gozoso el esqueleto.

 

- Se regocija el viento en mi piel descubierta,

La escarcha carcome mis dolores

No hay techo que cobije estos temblores,

Mi oración es eco en la montaña

De una boca sin miel, desierta.

Sepa usted que también los pobres

Tenemos ilusiones y esperanzas

El devenir de los años

Ha castrado esos anhelos.

No hay amor de mujer ni de hijos

Todo es frustración y artimañas

Una caída más al fango del desengaño -

 

- ¿No me temes? - Pregunta la sombra

 

- Como quiere que le tema si la llamo

Presto ponga a filo su guadaña

Y de certero tajo, dé paz justiciera

A esta sufrida alma -

 

El misterio le escucha, defraudado,

Goza con el miedo de los vencidos

Ruegos, llantos, fugas fracasadas

Alimentan su ego desequilibrado.

Brotes del pasado amartillan sus sesos

Héroes y mártires, gustoso ha llevado.

Mas ahora un triste desgraciado

Le enfrenta, llama, le desconcierta,

¡Qué cree¡ las Furias reirán a carcajadas

Castigando su desdicha en el averno

No hay vuelta en la barca de Caronte,

Todos acaban en el fondo del infierno.

 

Veloz aplica fino tajo

Apuntando al cuello del desdichado,

Resbala, - ¡Mierda¡ - Cae

Sobre el borde de su propia guadaña,

La osamenta se esparce en la llanura

Como dados que  jugaron a la suerte

La túnica del Cristo Morado.

- He perdido - clama y corre a la montaña

Regresando al fondo de su sepultura.

Marcha con aliento seco el hombre

No hay paz ni en la muerte para un pobre.

Este artículo tiene © del autor.

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