Marcha con aliento seco el hombre
Dobla su espalda el peso de su miseria
Arrastra los pasos al compás de su fatiga,
La mirada hundida en surcos de dolor,
Buscando por borrascosos caminos
Un apacible hueco para su alma.
Gélidos vientos apuñalan sus andrajos
Se sienta en el tiempo, reclama
El pan que ayer fuera sustento
Hoy el rico, lo guarda en su regazo.
Nació en la miseria acostumbrada
Creció bajando las estrellas,
Conoció el amor de su madre bella
No el apoyo del padre en el fracaso.
Ahora, el peso de sus culpas
Le encorva los huesos, resbala
Al fondo del océano en el ocaso.
La parca le mira, le acecha,
Dirige su osamenta hacia la presa
La piel seca, las tibias gemelas
Acercan sus huellas al tunante,
- Estás solo - le increpa al instante
Queriendo poner fin a su destino.
Mira el pobre la inmortal presencia
El fulgor de la guadaña escarapela
El Hades escoge sin cautela
No teme la muerte a la muerte.
- ¿Me quieres? - Pregunta el insolente
- Cruzaste mi camino - la respuesta.
- Muchos años tu nombre he llamado,
Le des fin a esta vida que he llevado
Acaba mi sufrir por siempre.
Yo no sé de alegrÃas ni festejos
Jamás alguno me tendió la mano,
Dios fue mudo, ciego a mis pesares
Cada dÃa hubo un no a mis reclamos -
- Vivir es por sà una grandeza -
Contesta gozoso el esqueleto.
- Se regocija el viento en mi piel descubierta,
La escarcha carcome mis dolores
No hay techo que cobije estos temblores,
Mi oración es eco en la montaña
De una boca sin miel, desierta.
Sepa usted que también los pobres
Tenemos ilusiones y esperanzas
El devenir de los años
Ha castrado esos anhelos.
No hay amor de mujer ni de hijos
Todo es frustración y artimañas
Una caÃda más al fango del desengaño -
- ¿No me temes? - Pregunta la sombra
- Como quiere que le tema si la llamo
Presto ponga a filo su guadaña
Y de certero tajo, dé paz justiciera
A esta sufrida alma -
El misterio le escucha, defraudado,
Goza con el miedo de los vencidos
Ruegos, llantos, fugas fracasadas
Alimentan su ego desequilibrado.
Brotes del pasado amartillan sus sesos
Héroes y mártires, gustoso ha llevado.
Mas ahora un triste desgraciado
Le enfrenta, llama, le desconcierta,
¡Qué cree¡ las Furias reirán a carcajadas
Castigando su desdicha en el averno
No hay vuelta en la barca de Caronte,
Todos acaban en el fondo del infierno.
Veloz aplica fino tajo
Apuntando al cuello del desdichado,
Resbala, - ¡Mierda¡ - Cae
Sobre el borde de su propia guadaña,
La osamenta se esparce en la llanura
Como dados que jugaron a la suerte
La túnica del Cristo Morado.
- He perdido - clama y corre a la montaña
Regresando al fondo de su sepultura.
Marcha con aliento seco el hombre
No hay paz ni en la muerte para un pobre.