A mi padre, don José Manuel Agustín: in memoriam...
Cuando abrió los ojos, La Avenida se expandió como un inconmensurable plano.
Su gigantesca extensión fue desbordada aún más porque estaba desierta. La línea de edificios que intentaba demarcar sus límites, se alargaba también en horizontes sin fronteras, imposibles de entrever, pues, la nube (oscura) que comenzara a acotarlo todo, desdibujaba los bordes de muros, balcones, ventanas, antenas y tanques de agua, recortando el perfil duro y estático donde nada ni nadie se movía o respiraba.
Excepto Él.
La Avenida era como el tótem de una ciudad muerta. El único brillo que resaltaba en el panorama sombrío que cernía fantasmas y misterios sobre Ella, provenía de unas delgadas y rectilíneas guías para la circulación de un tránsito que hacía eones no ronroneaba más. Y el terror súbito y breve (Pesantiano )(1) que se instaló en su pecho desnudo, le liberó la memoria...
Antes de caminar, procuró el canto. Suspiró agitado y una música áspera como de bufido animal se precipitó desde su garganta por el núcleo de La Avenida que lo contenía, conquistando ecos de sonido y resoplidos de existencias en un camposanto de hierro y cemento que se abría expectante hacia el más allá...
Después, sí, caminó. Y a la torpe melodía que exhalaba su boca, agregó un paso firme y un pensamiento que lo transformó en poeta y trovador. Dijo: “La Avenida será ahora una distancia azul, sin pétalos blancos. Como un cielo de octubre en el hemisferio sur. Una ventana. Un recuadro de luz. Un cúmulo de almas peregrinando en Iglesia tras el sol. Muchedumbre soñada, amasada y avivada con el soplo creador. Por La Avenida se irá lentamente la mirada, mientras imaginan ser libres...”.
Pero Lázaro no se levantó.
Los confines del mundo y del universo siguieron quietos, tan inertes, tan rígidos, tan exasperadamente tiesos y dormidos, que el silencio –que era una nube- se apoderó también de Él suspendiendo su precaria animación...
Tal vez algún día, pensó, hubiera otra oportunidad, y ellos, nuevamente vivos, podrían recitar: “... descendió a los infiernos y, al tercer día, resucitó de entre los muertos...”.
Desde La Avenida.-
Santa Fe, 21-09-95.
Editado en la Antología “Mesa de Cuentistas” - Asociación Santafesina de Escritores (ASDE) y la Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Santa Fe (Argentina) - Enero 1996 y dedicado al Pbro. Manuel Prados y Puertas (O.A.R.). Págs. 72/73.
Editado en el Tomo III de la Antología “Cuentistas Argentinos de Fin de Siglo” (Editorial Vinciguerra SRL) - Buenos Aires, Noviembre 1999. Pág. 78/79.
Integra el Libro “Doctor de Mundos II - Visiones Extrañas” (Inédito. La Botica del Autor, Santa Fe-Argentina, 2003-2004), Expte. Nº 290681-Dirección Nacional Derecho de Autor (DNDA) - Depósito en custodia del 17-11-03.
Integra el Libro “Apocalipsis Bang y Otros Cuentos para un Semáforo” –Colección de Microrrelatos. La Botica del Autor (Santa Fe, Argentina), 2006/2008.-
(1) Alude al escritor santafesino, Edgardo Pesante (1932-1988), quien da título a uno de sus cuentos con la expresión, “Un terror súbito y breve”.-