III
(Hacia un inventario de la libertad)
Como “hilachas de la pasión” que potenció su vida, “EL PAÍS DE LA INFANCIA” surge, pues, como un diario que imprime a fuego de palabra rediviva, las más caras obsesiones de Isaías. Y que no duda en compartirlas. Y en comprometernos amigablemente, como aliados en la melancolía de lo acontecido.
En primer lugar, su padre, trabajador, amable y reflexivo, de “mano férrea y patriarcal”; y su madre, dulce, eficiente y silenciosa, la del “café humeante con su leche gorda nadando en la superficie sobre la mesa de basta madera"”(“Son Memorias”, 1991-Verano). Después, los amigos (“la verdadera patria”), la siesta (“un fogonazo en la quietud de saurio que el pueblo exhibía a los extraños”), los cañadones, los pájaros y los juegos, las estrellas y las luciérnagas, los jazmines y el cielo, el calor y las cigarras; en suma, un inventario de libertad que arroba en su pura desnudez al corazón vertiginoso de un niño aprendiz de dioses, que peregrinó, raudamente, por la “bucólica paz” de un pueblerino territorio de granjas y quintas perfumadas.
Inventario que recoge también los temores yacentes en el profundo hontanar de la conciencia, arrancados de un golpe por el “grito alegórico de las lechuzas” en la paciente oscuridad de la noche, y el enardecido “tropel de perros toreadores y garroneros”, que asustaban sin piedad a hombres y bestias, en cada visita de vecinos solidarios. Aparecidos, luces malas y sepulturas arcaicas, historias quemadas con aguardiente espirituoso, supersticiones y creencias que eran, para nuestro Poeta Mago y Narrador, “el magma donde transitaba la infancia con sus miedos, sus angustias”, y “el relato que, al otro día, haríamos en la escuela –dice- , amparados –del terror- por la aliviante luz del sol” (“Otros Miedos, 1992-Otoño).
Con “EL PAÍS DE LA INFANCIA”, Isaías inaugura una agenda poética que restaura aquellos hechos ordenados en su otrora agenda práctica, “de lo que alguna vez fue la simple vida dando vueltas”. Sencilla y sensiblemente, “... porque los pocos datos que uno necesita para seguir remando en este mar sinuoso –tumultuoso- las tiene en la cabeza y en el corazón” (“Agenda”, 1991-Verano).
Como en “Sitios”, 1992-Otoño, donde la memoria es “como un encono”, pero también “un cielo abierto” donde “... hay siempre un poco de ternura que agigantan los años y el mismo malhumor diario no vence”. Y trilladoras, trenes y cigüeñas; tordos, arados y caballos; bañados, teros y bandurrias, danzan frente a nosotros como seres resurrectos en un “camino polvoriento que se pierde en las chacras”, junto a “toda piedad (...) del mundo cuando la devota campana llama a misa”, en el “otoño más bello que vieron los tiempos”.
Y, balance de vida, circunstancia que apremia, conciencia del origen o búsqueda del equilibrio existencial, sea lo que fuere, lo cierto es que aquí estamos –afirma el Escriba Lagunero, conmovido-, compartiendo con él, emisario de leyendas, la tibia mordaza del ayer con la que cada uno desea retener, hasta el fin, su propio e irrepetible paraíso terrenal.
Quizás por eso, y, tras el pan que lauda la simiente, uno se descubre evocando junto al Narrador-Mago-Poeta, los perfiles geográficos y humanos de su -¿nuestra?- juventud, así como las primicias de una afición por los versos que le fuera arrancado –como aquel sueño trasnochado en la panadería pueblera, donde hundió parte de la adolescencia-, por un clarear de trenzas trigueñas camino del colegio, y una larga y altísima hilera de plátanos, más tarde arrasada por el progreso... (“Los Oficios”, 1992-Verano).
Sí, para después de revivir su andariego trajinar de repartidor de soda, recalar en los gozos reposteros de esa abuela exiliada por la destemplada iracundia de un nono gringo, allí, en el “mundo de película” del Gran Hotel Colón, donde se “... sentía un verdadero personaje, provocando la envidia de toda la barra traviesa que habitaba el laxo y populoso barrio del Jazmín...”.
Semana de niño pobre, inolvidable, que sabe apreciar como nadie “... las tostadas y sus sendos platitos con mermelada y manteca, la cafetera panzona, la lecherita enlosada con su leche abundosa, el blanco mantel con su araña bordada”, en aquellas inesperadas vacaciones prestadas por el destino en un refugio de extraños y visitantes, “... que apenas había atisbado siempre desde afuera, cuando regresaba aporreando pájaros de la escuela” (“Gran Hotel Colón”, 1992-Verano).
CONTINUARÁ CON PARTES IV-V/V - FINAL
ADRIÁN N. ESCUDERO - Santa Fe (Argentina), 29-07-84. Texto ajustado: 28-02-08.-
Su PARTE INTRODUCTORIA fue publicada por MUNDO CULTURAL HISPANO (Alicante-España), con fecha 24-09-08. A su vez, dicho Magazin virtual hispanoamericano publicó las PARTES I-II/V con fecha 28-0’9-08.-
Integra el Libro Homenaje "EL REINO DE LOS SUEÑOS" (Crónicas de Relatos y Poemas Prestados) - (Colección de Crónicas Oníricas). La Botica del Autor. Santa Fe (Argentina). Primavera 2003 - Verano 2008.-