Si tan ilustre prelado supiera que en el infierno Pedro Botero le está preparando la calefacción, el consejero del Papa harÃa dura penitencia para evitar en el más allá los tormentos indescriptibles de la carne y el espÃritu; pero él, cardenal por la gracia de Dios y también tal vez por alguna prebenda franquista, ha preferido instalarse en un céntrico ático de Madrid, al lado de la Catedral de la Almuneda, desde donde los rigores del Averno quedan eclipsados por el impoluto (...)